3 millones de estudiantes de ESO y Bachillerato continúan sus estudios en un tiempo para aprender y crecer
Los estudiantes se enfrentan a un reto nuevo con un sistema que no está preparado para la enseñanza a distancia
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Todas las editoriales de contenidos educativos, desde el grupo Anaya a los cuadernos Rubio, han reforzado las plataformas para ofrecer a profesores y alumnos recursos en estos días de aislamiento. La televisión pública dedica en todos sus canales horas para la formación. Pero ¿está nuestro sistema educativo preparado para esta situación? ¿lo están nuestros hijos? ¿lo estamos nosotros? Hemos buscado respuestas con el profesor de instituto Pablo Poó Gallardo, autor de varios libros, que atiende a sus alumnos vía telemática. Su respuesta es un rotundo no, por varias razones: no hay una infraestructura de software adecuada, “el sistema falla muchísimo porque no está diseñado para soportar tanta carga de personas conectadas a la vez”, además no está pensado para dar una clase “yo no puedo silenciar todos los micrófonos de mis alumnos a la vez, porque una clase no se da así”.
Además , añade Pablo Poó, “ni los profesores ni los alumnos tenemos la formación suficiente en nuevas tecnologías como para afrontar esta situación. Lo estamos haciendo lo mejor que podemos. Decimos que los alumnos son nativos digitales, pero eso hay que matizarlo : saben utilizar redes sociales, y poco más”. Nos cuenta el profesor sevillano que “un alumno me mandó un correo electrónico con el texto escrito totalmente en el asunto”. Otro aspecto es el respeto a la diversidad, porque cada alumno tiene su ritmo que requieren una respuesta en el aula, “nada puede sustituir la clase presencial” . Hay un último problema, “nuestros alumnos no son autónomos y ellos están muy cómodos así. Estamos perdiendo el valor del esfuerzo y del trabajo individual, y ahora que precisamente necesitamos esas herramientas, nos damos cuenta que no las tenemos”.
Y ahí está la oportunidad de aprender. El profesor nos aconseja que no ayudemos a nuestros hijos a hacer los deberes. “ Tenemos que enseñarles a ser autónomos. La misión de la familia es saber en todo momento lo que tienen que hacer y cuando lo tienen que entregar para ayudarles a gestionar el tiempo. Podéis resolver dudas, si las conocéis, fomentar su espíritu crítico y bajar el ritmo frenético. Es un tiempo para hablar más entre nosotros, y vamos a descubrir las pequeñas cosas que antes no nos daba tiempo a apreciar”. Hay que evitar que este tiempo sea “una oportunidad perdida”.