¿Nos estamos adaptando a las olas de calor?

Los científicos siguen trabajando para que se adopten las medidas precisas que garanticen nuestra salud y nuestra supervivencia

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Científicos trabajan para adoptar medidas que garanticen nuestra supervivencia frente al calor

Sefi García

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

En España la temperatura de definición de ola de calor sube a 0,6 grados por década. Está por encima del incremento de temperatura generado por el cambio climático. Por el momento nos hemos adaptado a esos picos de calor y los científicos siguen trabajando para que se adopten las medidas precisas que garanticen nuestra salud y nuestra supervivencia.

Cada año se producen en nuestro país miles de muertes atribuidas a las olas de calor. Se calcula que unas 22 mil personas fallecieron por esta causa en los últimos 8 años. Es difícil calcular porque la mayoría se deben a un empeoramiento de enfermedades ya preexistentes, más allá de los golpes de calor. Los investigadores, los científicos trabajan con intensidad para mejorar nuestra supervivencia frente al aumento de temperatura provocado por el cambio climático, y lo hacen en diferentes frentes. Uno de ellos es el cambio en el criterio para determinar cuando se produce una ola de calor.

El trabajo científico para que no nos mate el calor

Julio Díaz, codirector de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III y científico titular de la Escuela Nacional de Sanidad, nos ha contado que estudiaron 182 isozonas combinando los picos de calor con la mortalidad y los ingresos antes y después de la ola, para elaborar un mapa de alertas más específico para cada provincia. Incluso ha dirigido un estudio en 5 ciudades para comprobar el efecto de “isla térmica” es decir, la diferencia en las temperaturas entre el centro de ellas ciudades y su periferia. Y diferencias hay. Este fenómeno se produce en las temperaturas mínimas, debido al calor acumulado durante el día en el asfalto o en las fachadas de los edificios, también por el calor que desprenden los aparatos de climatización.

Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Murcia, fueron las ciudades estudiadas por los investigadores y en los picos máximos encontraron una diferencia de hasta 11 grados en valencia, 9,5 en Murcia o 7,1 en Madrid.

Sin embargo, solo en las ciudades costeras esta diferencia de temperatura durante la noche afecta a la salud en cuanto a los fallecimientos y los ingresos hospitalarios urgentes. En Madrid, Murcia o Barcelona no encontraron diferencia entre las máximas diurnas y las máximas nocturnas en este sentido.

En la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III siguen buscando datos para “plantar cara a la evidencia-explica a cope.es su codirector Julio Díaz- Decir que nos tenemos que adaptar al calor no es rendirse, es utilizar las herramientas que tenemos para seguir adelante como especie”.

Nos hemos adaptado al calor... por ahora

Hay evidencia científica de que la temperatura de verano sube 0,41 grados por década debido al cambio climático. Pero la temperatura de definición de ola de calor se desplaza a 0,6 grados por década. “Imagínese que el aumento de temperatura debido cambio climático es un galgo, y ese galgo corre a 0,41 grados por década y la liebre, que es la temperatura de definición de ola de calor corre a 0,6 grados por década. Y eso es lo que está pasando en España-explica el investigador- De momento el galgo no coge a la liebre, de momento nosotros nos estamos adaptando al calor, ¿por qué? Porque la gente empieza a fallecer con temperaturas que están cambiando a un nivel superior al que sube la temperatura por el cambio climático. ¿Cuál sería el problema? Que el galgo corra más que la liebre, es decir, que el cambio climático haga que las temperaturas en vez de al ritmo de 0,4 suban al 0,6. También puede ocurrir que la liebre se canse, que nuestra adaptación que estaba fijada en 0, 6 grados, según los estudios que hemos hecho, baje a 0,5. Si el galgo va a 0,6 y la liebre a 0,5, acabará cogiéndola”.

La adaptación del entorno y el control de las fisuras

Parece que de momento hay una adaptación al calor en España “por muchos factores-aclara Julio Díaz- Uno de ellos son los planes de prevención que empezaron a funcionar en 2.004. El año anterior la cifra de fallecimientos debidos a las altas temperaturas fue de récord absoluto: casi 13.000 personas. A partir de 2 .004 se ve un cambio claro en los impactos del calor en la salud. “Hicimos un estudio para toda España y se vio que antes de 2.004 la mortalidad aumentaba un 14% de media por cada grado de calor. Después de 2004 ha bajado a un 3%”. Ha habido mejoras sanitarias, económicas, sociales, en las infraestructuras, en los edificios y todo eso hace que nos estemos adaptando al calor y “que seamos un poquito optimistas: no nos vamos a morir todos. Lo que tenemos que utilizar esa herramienta, la adaptación y ver qué cosas tengo que modificar, y es lo que estamos analizando. Sabemos que un factor clave es la adaptación de los edificios, que la gente no viva sola, la pobreza energética... todo eso es lo que estamos analizando, y nos da las herramientas para que se produzca la adaptación”.

Son algunos de los parámetros que se han introducido para elaborar la nueva forma de hacer el mapa de alertas por calor que España utiliza desde el mes de mayo. Julio Díaz y su grupo de trabajo analizó más de 180 isozonas (territorios que compartes características climáticas similares) y compararon los picos de calor con las muertes y las hospitalizaciones atribuidas a las

temperaturas. Pero además miden el ozono, el dióxido de carbono o el nivel de partículas si la ola de calor vienen acompañada por arena del Sahara. Esto les ha permitido establecer alertas ya no por provincias, sino por territorios más pequeños con características parecidas, también de renta, de edificios no adaptados o de capacidad sanitaria.

Estandarizar los protocolos sanitarios

Estudian la mitigación, la adaptación y ahora “nos queda una tercera bala: la gestión de los riesgos. Tenemos que aprender a gestionar los riesgos derivados del cambio climático. Igual que yo pongo todos los medios para que no se produzca un incendio forestal, si se produce, tengo que tener los mecanismos a punto para apagar ese incendio forestal. Lo mismo pasa con las olas de calor: una vez que tengo a una persona en un hospital afectada por altas temperaturas. Sabemos que aumentan los ingresos por enfermedades respiratorias, por enfermedades renales, neuronales... Son necesarios protocolos de actuación más claros y estandarizados”.

El objetivo es estar preparados por si el galgo, al final, coge a la liebre.

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