Ser perfeccionista pasa factura a nuestra salud mental

Ocurre cuando mejorar continuamente se convierte en una obsesión

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Carmen Labayen explica cómo ser perfeccionista pasa factura a nuestra salud mental

Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Al menos del 2 por ciento de la población es perfeccionista. Si tenemos en cuenta los diferentes grados de esta personalidad puede aumentar incluso al 8 por ciento de la población. Hablamos de entre 1 millón y 3,5 millones de personas en España altamente productivas, ordenadas y planificadoras que buscan la excelencia en todo lo que hacen, algo problemático, según los psicólogos consultados por COPE, cuando se convierte en una obsesión.

“En los últimos años, está creciendo el número de casos de forma muy clara y estamos teniendo un montón de gente que nos viene con este problema, que nos cuentan sobre todo consecuencias de funcionamiento en el trabajo. El perfeccionismo es una cárcel. Debe ser un medio para conseguir un fin, pero no debe ser un fin en sí mismo, porque es entonces cuando nos estamos equivocando cuando pierde su función de motor de mejora y lo buscamos porque sí” explica la psicóloga y profesora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) https://www.unir.net/ Esther Gimeno.

Begoña y Carlos trabajan juntos en una agencia de publicidad en Madrid y se reconocen en la definición de personas perfeccionistas.

“Me di cuenta en terapia, yo antes no me había dado cuenta de que era un problema en mi día a día. Fui por otra cosa y analizando todo vimos que en efecto el perfeccionismo estaba afectando a mi forma de trabajar. Reconozco que me gusta tener el control de absolutamente todo y que todo salga a mi gusto. Además, el miedo al fracaso y a hacer algo mal en mi trabajo o en relaciones personales me genera también bastante ansiedad y es algo que estoy tratando de cambiar poco a poco” señala Begoña, de 38 años.

Carlos que tiene 29 años y mayor responsabilidad que Begoña en la empresa y considera que el ser muy perfeccionista le plantea una lucha interna “siempre me esfuerzo al máximo para tratar de sacar el trabajo de la forma más impecable posible lo malo es que a veces me atoro y me vuelvo obsesivo con ciertas cosas. Con todo a veces no me queda más remedio que bajar el listón porque si no no me da tiempo a hacerlo todo o en los plazos necesarios”.

Reconoce que, en su caso, no solo le afecta en el trabajo sino también en casa: “coloco las camisas en el armario por orden cromático desde las más oscuras hasta las más claras y los jerséis tienen que ir de los más gordos a los más finos y lo mismo con los zapatos desde los más gruesos hasta los que son más de verano. Además, los cubiertos, los paños de cocina o las sábanas, todo tiene que estar ordenado simétricamente”, explica Carlos.

Es un perfil ampliamente aceptado socialmente y que buscan las empresas

Las personas perfeccionistas son, según Gimeno, “el perfil que mayor aceptación y refuerzo reciben por parte de la sociedad que sigue a ciegas la moda de convertirse en una persona altamente productiva. Muchas empresas también lo buscan en los procesos de contratación y lo promocionan con cargos de responsabilidad. A veces se aprovechan de este tipo de personalidad y explotan ese alto rendimiento no exento de consecuencias”.

Fatiga, síndrome de Burnout (síndrome del quemado), cefalea, cansancio, problemas musculares y digestivos o trastornos del sueño son algunos de los problemas de salud que experimentan las personas perfeccionistas, además de cuadros de estrés y de ansiedad y, en ocasiones, de depresión. Algunos desarrollan Trastornos Obsesivos Compulsivos.

El perfeccionismo se puede heredar, se fija en torno a los 18 años y es frecuente encontrarlo en personas que durante su infancia tuvieron que asumir responsabilidades que no les correspondían por su edad. Pero hay además un componente social y desde algunos programas, plataformas de streaming, libros y redes sociales se promueven constantemente conductas poco saludables que pueden fomentar esta obsesión.

“Cada vez hay mayor presión social por ser perfectos, la madre perfecta, el marido perfecto, la hija perfecta, el trabajador perfecto. Se nos pide que en cada uno de los roles que desempeñamos seamos cada vez más perfectos”, señala la también psicóloga Rosana Pereira.

¿Cuándo estamos ante un grado problemático de perfeccionismo?

Pereira considera que, en principio, no habría nada malo en buscar hacer las cosas cada vez mejor “el problema surge cuando lo llevamos a tal extremo que se convierte en una obsesión y empieza a interferir en tu vida diaria, por ejemplo, evitas hacer una tarea porque te da miedo no llegar a hacerla bien o cometer errores o cuando escuchas tu diálogo interior y te das cuenta de que estás siendo despiadado contigo mismo o que usas un rasero mucho más duro para ti que para los demás”.

Cuando esto ocurre, recomiendan pedir ayuda. Y para ello, según Gimeno el primer paso es reconocer que tenemos un problema: “suelen sentirse frustrados y deben aprender a tolerar el error, reconocer que somos humanos y que nos equivocamos, que tenemos límites y aceptar nuestras debilidades”

Para Pereira también debe trabajarse en terapia:

- Ser capaces de reconocer los logros

- No demonizar las equivocaciones

- Establecer metas realistas y alcanzables

- Ser tan comprensivos con nosotros mismos como lo somos con los demás.

Y todo porque el éxito y la felicidad, subrayan, no está tanto en lo que hacemos ni en cómo lo hacemos, sino en lo que somos. Buscar la perfección puede ser un motor, insisten, pero nunca un fin en sí mismo, porque al ser imposible lo que nos genera es frustración, tristeza e incluso inseguridad, justo lo contrario de lo que desea proyectar una persona perfeccionista.

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