PAMPLONA

Antonio Ferrera resuelve sin brillo ante seis descastados 'miuras'

El diestro extremeño ha salido a hombros en el cierre de la Feria del Toro tras cortar dos orejas en su encerrona.

Antonio Ferrera en su salida a hombros este jueves de la plaza de toros de Pamplona

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El diestro Antonio Ferrera saldó este jueves con dos orejas de muy poco peso el compromiso de estoquear seis toros de la legendaria divisa Miura en la plaza de Pamplona, aunque finalmente la absoluta falta de casta del encierro hizo que su actuación transcurriera no solo sin sobresaltos sino también sin brillo.

Con todo, y para que hubiera coherencia con los dislates constantes del palco presidencial durante todos los San Fermines, Ferrera salió también a hombros por la Puerta del Encierro en esta última corrida, y con tan escasos motivos como lo han hecho otros muchos toreros durante los ocho días anteriores.

Pero esa salida de triste e innecesario triunfalismo no puede ocultar que la que se anunciaba como heroica gesta de Ferrera con los astados de la finca Zahariche acabó siendo un espectáculo decepcionante, y no tanto por el extremeño sino por la absoluta falta de casta de la corrida.

Porque lo mismo el grande que el terciado, el cuajado que el anovillado, el de hechuras evocadoras de la sangre navarra que también tiene esta mezclada ganadería que el de aire "asaltillado", ninguno de los seis tuvo una sola embestida con la mínima entrega.

Con más o menos recorrido, aunque abundara el menos, a todos les faltaron casta y celo, siquiera para desarrollar el siempre previsible peligro de un hierro que hace años que lleva perdiendo su leyenda de temible.

Con ese material, Antonio Ferrera no tuvo mayores opciones de lucimiento, solo la de intentar resolver la papeleta con un reconocido oficio que, según iban saliendo al ruedo los de Miura, se tornaba insuficiente para el público.

No pasó de eficaz con el capote, cuya seda fue hoy de color verde, tal vez en homenaje a la bandera de Pamplona, y apenas perdió demasiado el tiempo con la muleta, desistiendo pronto de sus vanos empeños de hacer seguir la tela a unos animales que se quedaron cortos o se defendieron soltando cabezazos o sacando los pitones por encima del estaquillador.

Los únicos momentos de fugaz brillo los logró con el segundo, un toro anovillado a pesar de sus 625 kilos de peso, que se movía pajuno y sin emoción cuando el matador no le exigía ese mínimo que le llevaba a afligirse. Fueron apenas media docena de pases los que aguantó el boyancón, aunque suficientes para que le cortaran una oreja.

Más áspero fue el tercero, uno de los que lució hechuras más propias de la casta navarra y con el que Ferrera se desenvolvió con resuelta facilidad, pero con el que se eternizó en una fallida decena de entradas a matar.

En un último intento, y casi a la desesperada, Ferrera hizo el único guiño a la variedad de toda la tarde en tres ariosas largas de saludo al sexto y, como muchos suponían, aún se puso la gregoriana para subirse al caballo de picar.

Pero el alarde se quedó en nada porque, tras recetarle dos leves puyazos, sin ninguna contundencia, el toro, sin el suficiente castigo, se defendió rebricándose en un trasteo en el que el diestro pacense apenas merodeó sobre las piernas a su alrededor.

Eso fue antes de que, entre el desencanto, lo tumbara de una estocada caída a la que público y presidencia se agarraron para darle esa oreja que le sacó a hombros hacia las calles ya sin vallado para el encierro.

Quizá fue la mejor forma de agradecerle el que acabó siendo su auténtico gesto en esta tarde del "Pobre de mí": el de ceder todos sus honorarios a los residentes de la Casa de Misericordia, a la que el covid, y el parón de las corridas sanfermineras, han dejado dos años sin ingresos.

Pamplona, jueves 14 de julio de 2022. 10ª de Feria. Casi lleno.

Toros de Miura, dispares de volúmenes y cabezas, aunque todos el el tipo de la casa: largos, altos y agalgados, y de juego muy descastado, sin una sola embestida entregada y completa, aunque también sin apenas peligro ni mayores complicaciones.

Antonio Ferrera, como único espada: silencio, oreja, silencio, silencio, silencio y oreja.

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