SEVILLA
La bravura en la suerte de varas
Miguel Ángel Pacheco dio una vuelta al ruedo este jueves en Sevilla. Los utreros de Dolores Rufino mostraron bravura sólo en las cabalgaduras.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Es época de exiguas exigencias. De público influenciado por lo vulgar y lo anodino. Y de una afición desvanecida que se aleja cada vez más del caos conceptual de una fiesta a la baja. Jamás entenderé que quien dirige y enseña torería y valores a un novillero le deje, tras lo trivial de una faena, dar la vuelta al ruedo que premia el buen toreo, cuando lo hecho resultó tan anodino como pesado y aburrido. Y es que lo malo no deja de ser malo por mucho que sea maravilloso pasear por el albero de la plaza de toros de Sevilla saludando palmas de mentira. Porque lo importante aquí no existe. Porque no obtiene mayor trascendencia que lo banal.
Miguel Ángel Pacheco se marcó por su cuenta una vuelta al ruedo que nadie le pidió. E incluso provocó la ovación cuando otras leves palmas agradecían la estocada con la que tumbó al noble y soso cuarto novillo. Y nadie de su entorno se lo impidió. Bien es verdad que lo deseado pasa a ser todo o nada. Que el triunfo ansiado se difumina y la impotencia crece. Pero la dignidad de un torero es algo tan valioso como el mayor de los triunfos.
El gaditano de la Línea de la Concepción mostró su actitud en el prólogo de rodillas al cuarto. Le echó valor y temple en los inicios de faena, pero el novillo se le paró. Fueron mil pases sin contenido, anodinos, en busca de lo utópico. La espada lo mejor.
De parecidas formas trascurrió la lidia del encastado, venido a menos, primero. El inicio prometedor, con una destacada y templada serie diestra, lo mejor. Y poco más. Algún natural bien dibujado e intentos con la derecha para alargar las cortas y sosas embestidas. La espada también funcionó.
La novillada de Dolores Rufino mostró su bravura en el peto de las cabalgaduras. Avistaban al caballo de lejos y galopaban fijos a su encuentro. A todos les apretaron en las primeras varas. Quizás por ello se apagaron después demasiados pronto en las faenas de muleta. O sólo, quizá, fuese cuestión de casta.
Jesús Muñoz mostró sus dudas y carencias con el noble y venido a menos segundo. Más cantidad que calidad en los muchos muletazos diestros y muy desconfiado en los intentos con la izquierda. Con la espada mal.
A quinto lo picaron como poco se ha picado en lo que va de temporada en la Maestranza. Apretó con bravura en el peto y dejó muestras de la mala calidad de sus embestidas en la muleta. El sevillano de la Puebla del Río le anduvo entre dudas y multitud de pases sin contenido. La espada, esta vez, le entró.
A Calerito no se le puede negar su enorme actitud. En sus dos novillos se hincó de rodillas delante de chiqueros entre los medios y la raya de picadores. Lanceó vibrante
a la verónica y por chicuelinas. Y lo dio todo con el tercero, un utrero que tras su bravura en el caballo, ni humilló ni embistió. Dibujó el natural mejor que el pase diestro, pero no hubo manera de hilvanar más de dos. Algún que otro detalle por bajo y una espada que no funcionó.
Con el manso y complicado sexto lo intentó todo sin nada a cambio.
Sevilla, jueves 7 de junio de 2018. Cuarta novillada de abono. Media plaza
Novillos de
, desiguales de presentación, bravos en lo caballos, sosos y parados en la muletas. Destacaron el noble y encastado primero, y el también noble, venido a menos, segundo.
Miguel Ángel Pacheco, silencio tras aviso y vuelta al ruedo.
Jesús Muñoz, silencio tras aviso y silencio.
Juan P. García “Calerito”, saludos y silencio tras aviso.
Incidencias: Se guardo un minuto de silencio en memoria de Manuel Lozano Hernández, el abonado más antiguo de la Maestranza.