2ª FERIA DE JULIO

Diego Ventura salva la tarde en Valencia y sale por la Puerta Grande

Oreja de Fernando Adrián ante un gran toro de Núñez del Cuvillo y apuntes de Juan Ortega, sin toros.

Diego Ventura durante su actuación este viernes en la Feria de Julio de Valencia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Diego Ventura, como máxima figura actual del toreo a caballo, Morante y Ortega, como máximos exponentes del toreo sevillano, se anunciaron en la Feria de Julio en una atractiva combinación. Como era de esperar, Morante cayó del cartel y en su lugar entró Fernando Adrián, máximo exponente del que sufre las tropelías del sistema. Un torero que abre la Puerta Grande de Madrid en tres ocasiones de forma consecutiva y entra en las ferias de milagro. O por la vía de la sustitución. Bien la empresa por ponerlo y mal por no anunciarlo antes como titular.

Diego Ventura es otra liga. La sutileza, el temple, el dominio, el conocimiento y la seguridad. Casi 600 kilos, 595, el de Los Espartales. Hondo, con cuajo. Muy puro y muy clásico Ventura. Con Lío clavó una banderilla en la misma boca de riego. De tú a tú y tú: hombre, toro y caballo. Luego, acortó distancias y terrenos. Superior. Y dos cortas en todo lo alto. Y una rosa imitando a caballo la moviola de El Soro. Mató bien.

El cuarto fue toro hondo y bajo. Precioso. Con Fabuloso lo enceló a dos pistas. Pronto cantó el burel su escaso gas. No podía con su alma. Con Hatillo, un lusitano en fase torda, trató de darle vida al toro, muy apagado. Con Guadiana volvió a dejar una banderilla con la idea sorista del par a la moviola. Un rejonazo certero y de instantánea muerte sirvió para apuntalar con otra oreja la Puerta Grande.

El toro de la presentación de Adrián como matador de toros era una mole de 572 kilos. Muy rematado: la culata y los pechos. Tres chicuelinas y media de hermoso dibujo cinceló Juan Ortega en el quite. El madrileño brindó a El Soro y prologó de rodillas en los medios. Un pase cambiado sin enmendarse. El toreo en redondo brotó fluido y limpio. Notable el de cuvillo, a más. Importante el toro por el derecho, con toda su nobleza y su profundidad. Le faltó a Adrián aumentar la dosis en las series. Ir a por el quinto muletazo, o el sexto, y el de pecho. Echar más fuego en la caldera. Estocada de efecto fulminante. Oreja.

El quinto era un vagón. Alto y basto. Embistió como era. Gañafones, tornillazos. Desagradable. Con buen aire se lo sacó el madrileño a los medios. Coladas, parones, miradas, medias arrancadas… Sin clase alguna. Perseveró Adrián.

Levantó mucho las manos el segundo cuvillo en el capote de Juan Ortega. Con delicadeza se lo sacó Juan de Triana a los medios. El toro, sin fuerza ni clase, busco pronto el refugio de la querencia. Le robó Ortega varios doblones hermosos, de fijación y mando. Deslucido el toro, soltó la cara, nunca entregado en las telas. Hábil lo pasaportó. Casi entera en buen sitio.

El melocotón sexto fue protestado vaya usted a saber por qué. Muy suelto, manseó. La cara por ls esclavinas de la torería. Corretón, incierto. Manso, peligroso. Abrevió Juan Ortega. Hizo bien.

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