2ª FERIA DE CALI

Esfuerzo sin premio de la terna ante una corrida de Salento sin fondo en Cali

Adame, Román y De Castilla se van de vacío de Cañaveralejo ante las pocas posibilidades del encierro de la ganadería de Salento.

El diestro valenciano Román durante su actuación este miércoles en Cali (Colombia)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El mexicano Joselito Adame se encontró con dos toros de condiciones diferentes, a los que supo recetar fórmulas que si bien no terminaron en orejas, sí dejaron evidencia de su gran oficio.

Con el que abrió la tarde, Adame se vio obligado a entablar una auténtica persecución individual para convencer al toro de que se quedara en sus terrenos. No pudo pasar de ahí.

El cuarto, segundo suyo, prometió de salida con embestidas francas y repetidas. Entonces, todo pareció ir camino al éxito, aunque en la muleta fue otro.

El toro deja caer la ilusión para hacerla pedazos, en cuanto tomó bien los dos primeros pases y luego rehuyó responder a los cites que debían dar a luz a las series. Así fue la lidia, una suma de tareas incompletas por la falta de celo y entrega de la res.

Igual pasó con Román, quien sigue sin cosechar éxitos en esta arena. El torero valenciano quiso edificar una obra, sin obtener respuesta del que asomó en el ruedo en segundo lugar.

Cuando por fin logró los viajes del animal, fue la espada la que impidió algún reconocimiento de los tendidos.

En el otro, un toro con hechuras que desdijeron de lo que es en sí la belleza del toro bravo, nunca género esperanzas, ya sea porque se amarró por momentos al piso, desplazándose lo mínimo o porque tampoco generaba confianza en los topetazos con que iba tras los engaños.

Y Juan de Castilla resultó contando una historia muy similar. El torero de Medellín hizo gala de firmeza y poder para imponerse a su primero, tercero del festejo, que se resistió todo el tiempo a tomar los engaños con alguna calidad.

Pase del desprecio de Juan de Castilla durante una de sus faenas en Cañaveralejo

Pase del desprecio de Juan de Castilla durante una de sus faenas en Cañaveralejo

Pero lo peor estaba por venir con el sexto en la arena, un toro más hecho que sus hermanos. Violento, primero; temperamental, luego, y con genio a flor de piel en la muleta.

Los temores de cernieron sobre Cañaveralejo, pero De Castilla los supo espantar con la madurez que ha adquirido y de la que ya saben bien en los ruedos más postineros.

En resumen, una tarde con toreros y sin toros. Con raza de los de a pie y nula participación de los llamados a embestir.

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