3ª FERIA DE SAN BLAS

García Pulido y Perera, con una oreja cada uno, salvan la mansada de Alcurrucén en Valdemorillo

Guillermo García Pulido toma la alternativa cortando una oreja al toro de la ceremonia. Capacidad de Perera.

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Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Después de los fastos y orgasmos 'ortegistas' del sábado, el coso de La Candelaria volvió a casi llenarse para ver la alternativa de Guillermo García Pulido de manos de Miguel Ángel Perera y con Paco Ureña como testigo. Falló sin embargo la corrida de Alcurrucén. Encierro muy parejo de hechuras e igualado también por su falta de casta y entrega. Varios de los toros buscaron tablas descaradamente. Solo el primero fue el que rompió a embestir con cierto son en el último tercio.

Con él no pudo estirarse con el capote el toricantano, ni en el saludo capotero ni después en su turno de quite. Andaba el toro sin terminar de enterarse en esos primeros tercios. Tras la ceremonia de alternativa, resultó fundamental el celo que aplicó García Pulido para que el toro rompiese a embestir con franqueza. En redondo hubo una tanda plena de temple, ligazón y profundidad. Aquello remontaba. Pero al natural al toro le costaba más seguir el engaño, lo que unido a un desarme hizo que la faena quedase en tierra de nadie. El toledano retomó la diestra para terminar de apretar y apurar al toro en la distancia corta. Un final de asfixiante espacio entre toro y torero dejaron el alto el epílogo del trasteo. Pero una estocada muy trasera y desprendida redujeron el premio final a una oreja.

El sexto midió mucho a Guillermo en los primeros compases de faena. La clave, aguantar esas miradas y parones para conducir después con pulso y mando las irregulares embestidas del toro. Sin entrega alguna, el de Alcurrucén se llevó por delante al toledano. Eternos los segundos sobre el ruedo con los pitones radiografiando la anatomía del torero. Se levantó sin mirarse el torero, que volvió a la cara de su oponente parar terminar de imponerse a base de firmeza y valor. Saludó una ovación como reconocimiento a lo realizado.

Miguel Ángel Perera se inventó la faena al primero de su lote, un animal afligido y rajado desde que asomó al ruedo. Se lo sacó rápido el extremo al centro del platillo para ir centrando la embestida del de Alcurrucén. A derechas cuajó una tanda con ligazón y largura en el trazo que tuvo su mérito e importancia. Al natural el toro hacía más hilo e incluso llegó un susto en forma de achuchó ya pasado el ecuador de la faena. Pese al empeño de Perera, el conjunto no terminó de remontar. Un pinchazo y una estocada desprendida dejaron todo en una ovación final.

El colorado cuarto fue otro ejemplar muy bajo de casta al que Perera hilvanó primero un quite por ajustadas gaoneras y después un explosivo inicio de faena marca de la casa. Cambiados por la espalda en el centro del platillo que pusieron a los tendidos en pie. Al toro se le hacía de noche cada vez que tenía que tomar los engaños hacia afuera. Por ello, Perera fue inteligente y fue cerrando cada vez más al toro y acortando distancias. Lo apuró en un final metido en tablas antes de enterrar la espada algo caída. Lo atronó de un certero golpe de cruceta y los pañuelos salieron a flamear para que el pacense pasease una oreja como premio.

Se aplaudió la preciosa estampa y espectacular capa del tercero de la tarde, un berrendo que fue solo eso, fachada. Otra cuestión fue el fondo que traía de serie. Bronco, sin clase ni entrega, embistió a salto y topetazos. Un voluntarioso Paco Ureña estuvo dispuesto y firme con el pupilo de los hermanos Lozano, robando con mérito algún muletazo limpio. Menos claro lo vio después con la espada y el descabello.

El segundo del lote del murciano fue otro toro vacío de todo. Tampoco estuvo especialmente lucido Ureña, que se dejó tropezar en demasía los engaños dentro de una faena tan larga como insustancial. De nuevo se volvió a atascar con los aceros.

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