Un gran tercio de varas en un mano a mano gris en Las Ventas

Día de resaca en Las Ventas. Se notaba y palpaba en el ambiente. La plaza aún recordaba la notable tarde de Perera este sábado.  Y toda comparación es odiosa. Ya se sabe… Una tarde gris, como los toros de Adolfo que esperaban en chiqueros. Una tarde gris, como el día que nos ha tocado vivir. Para el olvido. 

Se ovacionó de salida la estampa del primero, muy en el tipo de Adolfo. Descarado y abierto de cuerna pero bajo y bien hecho el toro en sus 546 kilos. Quiso Juan Bautista lucirlo en el caballo pero no tuvo correspondencia después en cómo se comportó el astado en el peto. Se dejó pegar sin más. A esas alturas y durante la brega, el de Adolfo ya había avisado que no pasaba por el pitón izquierdo. Por eso Bautista inició su faena a derechas. Hubo temple y relajo en las tres primeras tandas. Lo intentó al natural pero el toro se vino al cuerpo directamente. Volvió a la zocata para torear sin ayuda pero el empuje del animal ya era otro. Después de una estocada perpendicular hubo un apagón con el descabello.

Lo más destacado en la lidia al segundo de Adolfo, y a la postre de toda la tarde, ocurrió en el tercio de varas. El picador Pedro Iturralde nos recordó la importancia y la belleza de esta suerte. Moviendo el caballo, levantando el palo y echándolo al frente para agarrase con la puya en lo alto del morrillo. Dos soberbios puyazos que pusieron a Las Ventas en pie. Después Paco Ureña firmó una faena de intensidad decreciente, como el comportamiento del toro. Tras un inicio de faena prometedor preñado de gusto, el tras del murcianoteo fue un carrusel de tandas de escasos argumentos. Todo demasiado espeso y amontonado. Después llegó una afectación en las formas que pareció poco natural en la estética del torero. Por abusar de ello a punto estuvo de ser volteado. Un pinchazo y una estocada dieron paso a una ovación de reconocimiento al conjunto.

El tercero también se llevó otra ovación por su trapío. No tuvo mal comportamiento el de  Adolfo en el último tercio. Además lo entendió bien Juan Bautista. Distancia corta y muleta puesta para hilvanar los muletazos con naturalidad y empaque. Quizá faltó un punto de intensidad a la faena para haber alcanzado cotas mayores. Pero tampoco lo vio claro de nuevo con los aceros.

El descarado cuarto fue un animal que nunca se entregó. En ninguno de los tercios. Llegó dormido al de muleta, donde Ureña volvió a jugársela en la distancia corta. El toro no pasaba pero tampoco buscaba el bulto. A la gente tampoco le gustó esa búsqueda constante del atragantón.

El cuarto fue el animal de menor pesaje del envío de Adolfo Martín. No pareció tener mala condición en la primera serie. Tuvo brío y prontitud en el cite y quiso humillar el toro. Le apretó por abajo Juan Bautista y el toro respondió. Pero después llegaron las dudas y el torero galo decidió abreviar entre la incomprensión de los tendidos. Hubo pitos para el torero y una ovación para el toro en el arrastre.

Con la tarde despeñada salió el sexto, un ‘adolfo’ orientado en los primeros tercios que hizo pasar un quinario a la cuadrilla de Ureña tanto en la lidia como en el tercio de banderillas. El toro no rompió en la muleta y Ureña, de nuevo más voluntarioso que resolutivo, se enfrascó en una labor gris. Como los cárdenos de Adolfo Martín. Como una tarde y un día para olvidar.

Madrid, domingo 1 de octubre de 2017. 7ª de Feria. Casi lleno.

Toros de 

, bien presentados, en tipo, aunque de desiguales hechuras y remates. De juego descastado. Manejables primero y tercero. El resto, sin romper.

Juan Bautista, silencio tras aviso, silencio tras aviso y pitos.

Paco Ureña, saludos, saludos y silencio.