PAMPLONA
Hermoso, Juli y Roca Rey, a hombros para celebrar el centenario de la plaza de Pamplona
El rejoneador navarro y los dos diestros salieron a hombros mientras Morante cortó una oreja y dejó los mejores muletazos de la tarde.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El triunfo más abultado de los tres, con tres orejas, fue el de Roca Rey, que con sus golpes de efecto centró, más que ningún otro, la atención de las peñas, que volvieron a los tendidos con recobradas fuerzas tras el parón.
Ya le dieron las dos orejas de su primero, un toro flacón e impropio de esta plaza, que se tapaba con los pitones y al que Roca abrió faena ya de rodillas, con tres pases cambiados por la espalda, aunque no se embraguetó realmente hasta el final de la faena, justo antes de sus típicos alardes en las cercanías.
Más templado y asentado estuvo con el sexto que, con sus buenas hechuras, fue el que más humilló y se entregó de todos los de Núñez del Cuvillo, lo que el peruano aprovechó para ligarle tandas de muletazos templados y de largo trazo, incluso con las dos rodillas en tierra, ya al final y bajo el territorio de los peñistas.
Una oreja de cada toro se llevó El Juli por dos trasteos monocordes y a destajo, plagados de pases ligeros y despegados, con escaso mando y compromiso, moviendo sin más a un tercero rebrincado y a un sexto muy manejable al que, eso sí, todo se lo hizo en los medios, para recibir finalmente la holgada gratitud de una plaza metida en jarana.
Pero el toreo de más calidad de esta tarde de efeméride llevó la firma de Morante de la Puebla, que se presentó en el patio de cuadrillas vestido con una inusual y extravagante combinación de chaquetilla grana y taleguilla blanca, tal vez para no desentonar del cromatismo de los tendidos.
El primero de lidia a pie fue un Cuvillo de pelo melocotón bajo y hondo que sacó una inusual nobleza con la que Morante estuvo sobrado y compuesto, salpicando detalles de torería.
Solo que lo mejor iba a llegar en el quinto, el esta vez tardío toro "de la merienda", por lo que el despliegue de calidad del sevillano se vivió prácticamente en silencio, sin cánticos ni tambores, que era lo que correspondía.
La faena de Morante se compuso, además de varias verónicas mecidas de salida y en el quite, de unos sabrosos ayudados por bajo de inicio y varias series de muletazos a compás, enganchando y prolongando las cada vez más apagadas arrancadas del toro con los vuelos de la tela, pero pasándoselas además muy cerca de la faja.
Y todo ello lo envolvió con una actitud pausada, llenando plaza con su personalidad de artista, y con pases de adorno de una brillante hondura, pero tan fuera de contexto que tuvo que conformarse con una única oreja que tan baratas están para otros.
Antes de todo eso la corrida tuvo, cómo no, el lujoso prólogo ecuestre del gran ídolo navarro, Pablo Hermoso de Mendoza, que dio un auténtico recital de toreo a caballo con un toro bravo y enclasado de El Capea, premiada con dos más que justificadas orejas que abrieron el "marcador" de la dispendiosa tarde.
El jinete de Estella rozó la perfección tanto al encelar y lidiar con las grupas de sus caballos, templado y a centímetros, como a la hora de clavar con sinceridad, sacando mucho mejores prestaciones a los mismos caballos que el día antes montó su hijo y mostrando los porqués de la admiración de tantos años del público pamplonés.
Pamplona, jueves 7 de julio de 2022. 3ª de Feria. Lleno de 'No hay billetes'
Un toro, despuntado para rejones, de El Capea, hondo y de brava calidad, y seis de Núñez del Cuvillo, excesivamente desiguales de trapío, cuajo y cornamentas, y en general manejables, aunque la mayoría a menos y con una insulsa y desclasada movilidad. El mejor fue el séptimo.
El rejoneador Hermoso de Mendoza, dos orejas.
Morante de la Puebla, ovación y oreja.
El Juli, oreja y oreja.
Roca Rey, dos orejas tras aviso y oreja.