3ª FERIA DE OLIVENZA
Javier Zulueta borda el toreo y malogra una gran faena con la espada en Olivenza
Marco Pérez y Javier Zulueta, en su debut con picadores, a hombros en la matinal del domingo en Olivenza.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Si hubiera que emplear un adjetivo para mejor definir la novillada matinal de Olivenza, es el de esperanzadora. Ello por lo que los jóvenes toreros demostraron lo que puede ser aire fresco en el escalafón; mañana de matadores de toros. Cuatro personalidades diferentes, con el denominador común de la facilidad con la que hacen el toreo. Y dentro del buen tono general, Javier Zulueta lo bordó.
Muy buen torero es Manuel Román y a un novillo que derrotaba, complicado, lo cuajó por el único pitón potable: el derecho. Con estética, muy bien colocado, enganchando por delante y corriendo la mano con acusado sentido del temple, logró series en redondo muy estimables. Falló con los aceros y saludó.
El deslucido quinto tiraba derrotes del embroque hacia delante pero porfió el cordobés, Faena de poco eco pero meritoria. Silencio.
Marco Pérez sorteó un primer novillo al que le costaba humillar. A portagayola se fue a recibirlo. Variado con el capote y listo en una faena muy a favor del astado, primero a media altura, mejor por el pitón derecho, templando una embestida que poco a poco fue mejorando. Oreja.
Repitió a portagayola ante el sexto, al que hizo un trasteo largo. Rajado el astado, lo toreó junto a tablas. Novillero con personalidad que hace un toreo vibrante en cuanto a las suertes, heterodoxo a veces pero dominando la situación y al novillo.
Grata impresión la causada por Javier Zulueta. Al tercero, un novillo de suave embestida, correspondió también con un toreo de patente suavidad, pero primero toreando, llevándolo hacia delante y ligando las tandas en redondo, componiendo muy bien, con naturalidad y sin afectación.
Ante su segundo, sencillamente hizo un toreo de ensueño, primero a la verónica y después en una faena pletórica de arte y buen hacer. Series a cámara lenta, con toques imperceptibles y una plasticidad que sobrecogía. Pinchó dos veces antes de cobrar la estocada y paseó una oreja en una vuelta clamorosa,
Con una larga a portagayola recibió Tomás Bastos al cuarto y lo banderilleó cuadrando en la cara. Novillo manso que se rajó en cuanto se sintió podido, muy deslucido, poco pudo hacer el portugués.
El octavo fue el mejor, humillaba, se iba largo y repetía. Bastos le cuajó en una faena por ambas manos de mucho contenido por la ligazón, limpieza y hondura del trasteo. Toreo también expresivo el de el portugués. Pinchó con la espada y el premio se redujo a una oreja.