10ª DE ABONO
José Garrido, el salvador de tres horas de desastre
El extremeño, oreja en tarde plúmbea.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La propuesta decisiva de José Garrido, por levantar la tarde adormecida y plúmbea, dejó su estela. Si de algo, además de toreo, anda sobrado el extremeño es de valor. Un valor arrebatado, mezclado con la calidad de concepto, engrandeció su actitud y salvó el soporífero acto de tres horas de duración del desastre total. Todavía se advierte el peligro del complicado sexto. El toro de El Pilar embistió, y se defendió, con genio en una lidia que arrancó con exquisita técnica para alcanzar notoriedad emotiva en un toreo de sometimiento y poder para después acabar doblegando las cambiantes acometidas, tan frecuentes cuando la falta de casta impera. Superadas las complicaciones fue capaz de construir, sobre el soporte de valor y la técnica, una lidia vibrante con el preciosismo en el trazo del natural. Tan escaso como emotivo. La espada hizo su función y la oreja cayó.
Aún así, y en ese ir y venir, entre más sombras que luces de anodinas faenas, fue apreciable el toreo de Garrido con el flojo, aunque noble, tercero. Fue considerable la evolución de una lidia que arrancó por verónicas a compás y continuó con un toreo de cites de muleta adelantada, templado y ligado, con notables cambios de manos y excepcionales de pecho al hombro contrario. Una lidia que arrancó sin titubeos y se cerró con el natural, intenso, desbordante y emotivo, y los detalles toreros de la trinchera, ayudados, y un excepcional pase de pecho al hombro contrario. . Hundió la espada y la larga agonía minimizó la salida de pañuelos. La vuelta al ruedo le supo a poco.
Fue lo único de largo metraje. Porque a Juan Bautista con el zancudo primero, mermado de fuerza y colmado de sosería en sus nobles embestidas, sólo se le recuerda unas ajustadas chicuelinas amarradas con media verónica con gusto y torería Lo demás fue una cadena de pases, técnicamente correctos, ora con la izquierda, ora con la derecha, sin emoción. Con el acero mal.
El cuarto fue devuelto por nula fuerza, y en su lugar lidió el primer sobrero, de igual hierro, de escasa casta y sosa nobleza. El diestro de Arles dibujó muletazos sin alma, aburrido y desmotivado, para acabar de media estocada precedida de pinchazo.
Nada tuvo que ver con lo esperado. López Simón se fue alejando de la verdad en la lidia del encastadito segundo. Un toro sin problemas aparentes en sus embestidas, al que el madrileño le fue introduciendo, de manera imparable, banalidades a una faena que se deshizo hasta perder el rastro de cualquier atisbo de verdad. Mil pases para un toreo insustancial. Pinchó antes de dejar el acero casi hundido.
En menos de diez minutos estaba todo hecho con el bravucón sobrero lidiado en quinto lugar. O nada, para satisfacer a ese público que demandaba cierta actitud y no esa enmaraña de pases insípidos que le llevo al silencio final. El madrileño no estuvo bien, sin ambición, y vulgarizando un toreo, hoy, premeditadamente chusco.
Sevilla, miércoles 18 de abril de 2018. 10ª de abono. Más de media entrada
Toros de
, el cuarto y quinto lidiados como sobreros. Justos de presencia, nobles y flojos. De escasa fuerza y sosa nobleza el primero; encastado el segundo: noble, de humilladas embestidas y justo de fuerzas, el tercero; noble sin casta el cuarto, lidiado como sobrero; manso sin complicaciones el quinto; y complicado sin clase en sus acometidas el sexto.
Juan Bautista, de grana y azabache, silencio y silencio
López Simón, de de burdeos y azabache, silencio y silencio.
José Garrido, de rosa palo y oro, vuelta tras aviso y oreja.