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Un 'juanpedro' indultado y los tres toreros a hombros en la tarde triunfal de Almendralejo

Alejandro Talavante, Emilio de Justo y Juan Ortega salen a hombros tras repartirse ocho orejas y un rabo

El mayoral de Juan Pedro Domecq junto a Emilio de Justo, Talavante y Juan Ortega

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Gran tarde de toros la vivida en la que llaman la ciudad de la cordialidad, con plaza casi llena y un encierro de Juan Pedro Domecq en extremo manejable, con el toro Nudista, número 99, indultado, y con Alejandro Talavante, Emilio de Justo y Juan Ortega, que han salido a hombros.

El indultado, sobrero de feas hechuras, menos reunido que sus hermanos, fue un buen toro, especialmente en la muleta, pero ni mucho menos mereció el perdón de la vida, pues en un par de ocasiones, muy al final ya, miró con descaro e inició el camino hacia las tablas, lo que impidió un Emilio de Justo que quería redondear su tarde.

Si a ello se suma que hizo una discreta pelea en varas, cabe decir que el premio fue excesivo.

Pero De Justo estuvo excelso con ese animal, desde que se abrió de capote, para seguir en una larga faena, que fue a más, de mucha intensidad, con gran eco en los tendidos. Aparecieron los pañuelos y el naranja del presidente.

También brilló De Justo ante su buen primero, un astado enclasado al que le hizo una faena cadenciosa y ligada, primero a media altura y después por abajo, especialmente por el pitón derecho, el mejor.

Alejandro Talavante, que sustituía a Morante de la Puebla, delantales a su primero, siguió con una faena en la que hubo mucha suavidad en las muñecas, con toques sutiles al principio y más firmes después para ligar las tandas por ambos pitones.

El torero se gustaba y el astado era un fiel colaborador. La faena había tomado cuerpo, muy de las de este torero, con una mano izquierda que es santo y seña.

Del cuarto paseó otro trofeo, un toro noble aunque no sobrado de fuerzas, al que le hizo una faena larga, mitad ortodoxa, con buenos muletazos en redondo, mitad efectista, con toreo de cercanías y desplantes. Oreja.

Palabras mayores fue lo que hizo Juan Ortega al sexto, una delicatessen en estado puro. Ya con el capote el sevillano lo bordó en el recibo capotero a la verónica y en el quite, tal para cual, sutilísimos los lances que son los fundamentales del toreo de capote, como las medias verónicas. Todo casi a cámara lenta.

El juanpedro era muy noble pero justito de raza, pero allí estaba Ortega para hacerle seguir el engaño.

En su primero, el comienzo de faena anunció lo que después vendría, con muletazos de rodilla genuflexa pero que eran ayudados por alto, y el final de la misma guisa, pero entonces muletazos cambiados por ambos pitones antes de cuadrar al toro.

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