5ª SAN ISIDRO
Kilos de mansedumbre y muestrario de estocadas bajas para el día de San Isidro
Faenas largas de Perera, lote infumable para Ureña y digna confirmación de Fermín. Decepcionante corrida de El Parralejo.
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Los bueyes de San Isidro tuvieron dignos representantes en el ruedo de Las Ventas para conmemorar la festividad del Santo Patrón. Decepcionó y mucho la corrida de El Parrelajo. Tan voluminosa como alejada del guapo trapío que tuvo la cantada de Sevilla. Kilos de mansedumbre a granel. Encierro cinqueño, bien armado y de mucho tonelaje que estuvo igualado por las altas dosis de mansedumbre y falta de raza.
Llegaba Perera a la primera de sus dos tardes isidriles con las que despachará su paso por a Madrid esta misma semana. A su primero le atisbo un pequeño fondo de nobleza. Porfió mucho con él hasta que ya en el final de faena logró arrancarle, casi a toro parado, una tanda por cada pitón muy meritorias. Sonó el aviso antes de montar la espada para dejar una estocada en los blandos que hizo difuminar lo realizado.
Al serio y astifino cuarto le inició faena de forma explosiva en el centro del ruedo con las dos rodillas en tierra. Pero hasta ahí llegó el fondo de el de El Parralejo. Después, otra faena de largo metraje para acabar sacando varias series en las postrimerías donde Perera y su muleta pusieron el celo ante un toro desfondado. Todo lo afeó un bajonazo.
Paco Ureña pechó con un lote de nulas prestaciones. Su primero parecía descoordinado cuando intentaba coger los engaños que le presentó el murciano. Entre claudicaciones transcurrió una faena de escaso eco.
Otro más de lo mismo ocurrió con el desclasado quinto, un animal desabrido que se movió sin celo ni estilo. Ureña tiró por la calle de enmedio y a ambos los avío de sendas estocadas en los sótanos.
Llegó a Madrid Alejandro Fermín a confirmar la alternativa tras los buenos ecos que había dejado su paso por la Copa Chenel. Sin embargo, la realidad venteña, su toro y su público fueron harina de otro costal. El animal de la confirmación tuvo siempre la tendencia a escarbar antes de acudir a los estímulos que tenía por delante. Tuvo cierta bondad mientras le duró la correa. Templado y firme Fermín, lo emborronó todo con un feo bajonazo.
La mole que cerró plaza, con 620 kilos a cuestas, resultó otro animal de muy pocas posibilidades en el último tercio. El cacereño se empeñó en un trasteo tan largo como insustancial. Otro bajonazo, el sexto de la tarde, acabó con una función para el olvido.