PAMPLONA
López Simón y Ginés Marín salen a hombros casi sin querer
Un palco dadivoso propició la puerta grande de los dos diestros este miércoles. Castella cortó una oreja.
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Tuvo su trapío el primero de Victoriano. Bajo de Cruz, pero bien hecho y serio por delante. El trapío no son los kilos. Éste primero fue un buen toro, empujó con brío en el caballo y rompió a embestir con nobleza, clase y ritmo por ambos pitones. Sebastián Castella trenzó una faena correcta, de buenas formas, pero se echó de menos un punto más de alma y sometimiento. Todo demasiado académico. La espada se fue baja pero no restó intensidad a la petición de una oreja que el palco concedió.
El segundo toro, cinqueño pasado, tuvo motor y exigencia durante toda su lidia. Alberto López Simón se acopló por momentos con él en una faena basada en el pitón derecho. Ese acoplamiento llegó cuando corrió la mano con limpieza y se embarulló más cuando el animal lograba alcanzar y puntear el engaño. Faena abundante en número de muletazos que tuvo como rúbrica una estocada en la que el madrileño se tiró a matar sin vaciar la embestida del toro. El de Victoriano lo prendió y ya en suelo lo volvió a lanzar por los aires. El impacto del trance elevó lo realizado a la oreja que finalmente paseó.
El primero del lote de Ginés Marín no entraba por los ojos. Destartaladas las hechuras, ancho de sienes y cornivuelto de pitones. Sin embargo el toro se ahormó tras el caballo y embistió con gran clase, especialmente por el pitón izquierdo. Ginés volvió a demostrar que posee un concepto caro del toreo. Se gustó en una faena de gran expresión y trazo magnífico. Al natural hubo una tanda de gran nivel. Pero dos pinchazos previos a un espadazo contrario dejaron el premio final en una vuelta al ruedo que supo a poco.
La tarde entró en un bache con la salida del cuarto. Un tío de impresionante arboladura. Sin embargo el de Toros de Cortés solo fue eso, fachada. Sin ningún fondo de raza, nunca se entregó en los engaños de un Sebastián Castella que a punto estuvo de escuchar los tres avisos. Un golpe de descabello sobre la bocina acabó con una actuación de escaso relieve.
El quinto fue el toro que más kilos sumó en la báscula. Seiscientos kilos traía el de Victoriano. Sin embargo, el animal no tuvo ni una brizna de casta. Embistió de forma sosa, pasando sin más. López Simón volvió a realizar un trasteo anodino, de más cantidad que calidad. Pero una estocada caída de efectos rápidos hicieron que el madrileño se viese en su mano con una nueva oreja de escaso peso.
Para completar una segunda mitad de festejo muy a la baja por parte de los toros de Victoriano del Río, el sexto de Toros de Cortés resultó otro animal al límite de todo. Tuvo su bondad por el pitón izquierdo, por donde de nuevo llegaron las cotas más altas de Ginés Marín con la muleta. Todo muy suave, haciéndolo todo a favor del toro. Pero el animal duró un suspiro y todo quedó inconcluso. Pero esta vez el espadazo fue de premio. Sólo el volapié valía una oreja. La otra fue fruto de la generosidad del palco.
Pamplona, miércoles 12 de julio de 2017. 8ª de Feria. Lleno.
Cuatro toros de
y dos de
(4º y 6º), bien presentados aunque de desiguales hechuras y remates. Todos serios. Con nobleza y clase los tres primeros, más deslucidos por falta de raza los tres últimos.
Sebastián Castella, oreja y silencio tras dos avisos.
Alberto López Simón, oreja y oreja.
Ginés Marín, vuelta y oreja.