1ª FERIA NTRA. SRA. SAN LORENZO
Luque, capacidad y mando para salir a hombros en Valladolid
Buenas faenas sin espada de Juan Ortega y de Mario Navas en su tarde de alternativa.
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Faltó Morante. Se resintió poco la taquilla en Valladolid. Quien llegó para sustituir al de La Puebla fue un paisano suyo. Daniel Luque. Suya fue la tarde y el triunfo final. Tarde de torero maduro y capaz para solventar la papeleta de una corrida de Juan Pedro Domecq sin fondo ni con las cualidades diferenciadoras del hierro ducal.
Luque se vio de primeras con un toro que prometió más que cumplió. La movilidad que tuvo en los primeros tercios no acabó de mostrarla en el de muleta. Muy firme el sevillano, tirando con mando y suficiencia de las embestidas del de Juan Pedro, que transmitió muy poco, y lastró la nota final del conjunto. Tras una estocada en buen sitio, brotó una petición de oreja que el palco atendió con benevolencia.
Más enjundia y peso tuvo el trofeo paseado en el sexto. El toro de JPD fue un animal complejo que nunca acabó de entregarse pese a la capacidad y el mando de Luque. El de Gerena pisó terrenos muy comprometidos y sacó muletazos de mucho mérito a base de exponer y lanzar la moneda al aire. Faena de más fondo que de formas que culminó con sus ya clásicas luquesinas. La estocada, en toda la yema, rubricó una oreja de mucho valor.
El toro que abrió plaza sirvió para la alternativa de Mario Navas. Éste resultó un animal noblón, sin más. El vallisoletano dejó constancia de su buen concepto. Pureza y sabor en sus formas. Sobre todo cuando cogió la muleta con la mano izquierda y espolvoreó naturales de gran trazo por su enjundia y profundidad. Pero dos pinchazos previos a la estocada definitiva dejaron el premio final en una ovación.
El sexto fue ese toro medio de Juan Pedro con el que el toricantano cuajó algún pasaje de buen corte y personalidad pero que no tuvo, de nuevo, firma con los aceros.
Quien no se dio mucha coba fue Juan Ortega con el tercero de la tarde, un “juampedro” que llegó al tercio de muleta sin fondo ni ganas de embestir. Se puso el sevillano por compromiso pero pronto se fue tras de la espada.
El quinto fue devuelto y en su lugar saltó un sobrero del hierro ducal que permitió a Ortega esparcir muletazos de gran sabor y armonía de formas. No fue una faena compacta, pero sí sentida y esculpida a golpe de inspiración. Dos pinchazos previos a la estocada dejaron todo en una ovación final.