FERIA DE ABRIL
Manuel Escribano, decidido y solvente con una mala corrida de Miura
El sevillano le ha cortado una oreja al quinto, el único toro destacado de una desigual y decepcionante corrida de Miura.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Nada. Desprovista de bravura y con infinitas complicaciones. La tradicional corrida de Miura que cerró el ciclo continuado de Feria de Abril no ha sido buena. Toros desiguales en presentación, incluso algunos anovillados, que estuvieron en las antípodas de la bravura. Animales engañosos que acudieron de lejos a las monturas para después no emplearse en los petos. Y es que cuando el toro se para, ahí termina cualquier atisbo de esperanza posible. Nada tuvieron que ayudaran a subrayar una pizca de emoción. Ni siquiera mostraron ese excesivo peligro del “uy” que antaño definía a los toros que pastan en Zahariche.
Este anodino y complicado comportamiento durante la lidia hizo que quedara inconcluso e irresoluto el gesto de Manuel Escribano, aunque exhibiera soltura, y sin amilanarse, en ese laberinto de cortas, desiguales y complejas embestidas.
Tuvo que esperar al quinto, único toro destacado de la corrida, para encontrar en la embestida del miura terreno propicio para forjar una faena decidida y concisa con la que mostró una sugerente mezcla de valor y decisión. Valor que se fundió con la pulcritud de un toreo a derecha en el que el despacioso recorrido de la tela, como la ligazón, hicieron de la lidia expresión alusiva a una forma de hacer contundente y gozosa para la gente. El natural fue largo y nítido, aunque no llegó a coger la altura deseada.
No obstante, hubo momentos de recreación en una lidia en la que se percibió ese morbillo por aquello de traspasar la línea roja del propio valor, sobre todo al banderillear. Los detalles por bajo se sumaron al atractivo de los pases de pecho y a esa contundente estocada con la que tumbó al toro sin puntilla. Le pidieron las dos orejas con fuerza, el presidente recordó polémicas tardes anteriores, y dejó un único pañuelo colgado en la balconada para no sacar un segundo. La bronca fue mayúscula, pero la oreja que concedió a Escribano fue de auténtico peso.
Fue lo único de una tarde que se hizo pesada y larga. Pese a que, el diestro de Gerena, insuflara a las respectivas lidias su deseo de agradad. Se fue a los medios a esperar al toro de rodillas a la salida de chiqueros en tres ocasiones, y todas las resolvió con limpias largas cambiadas y templados lances a la verónica, unos, y vibrantes otros. Banderilleó con desigual resultado a cada uno de sus seis toros, en dos de ellos compartiendo los palos con Fernando Sánchez, que clavó el mejor par de la tarde al tercer “miura”, y finiquitó de manera contundente con la espada en tres ocasiones.
Todo lo demás ocurrido fue un compendio de querer y no poder. Incluso se pasó en el metraje de las diferentes lidias cuando allí, delante del toro, no había nada que hacer. Nada con el primero, bronco y con continuos derrotes. Nada, más que mostrar seguridad y firmeza, con el orientado segundo. Nada con el tercero, que echó el freno de inmediato. Nada con el manso cuarto, que acometió defendiéndose en la muleta. Y nada con el sexto que dejó de andar en los primeros compases de faena.
Para enfrentarse a seis toros de la legendaria ganadería hacen falta argumentos, y Escribano los ha tenido muy claro al ponerse delante de cada unos de ellos. No sé si le mereció la pena el esfuerzo con una corrida mansa y anodina, de las peores lidiadas en esta plaza en los últimos años. Tuvo enormes ganas de alcanzar su objetivo, pero la complejidad y la mansedumbre de unas embestidas no le dejaron resquicio para conseguirlo.
Sevilla, domingo 8 de mayo de 2022. 14ª de abono. Tres cuartos de plaza.
Toros de Miura, de desigual presentación, algunos anovillados, mansos, parados y complicados. El mejor, de mala corrida, el quinto, un toro de embestida pronta con transmisión en la muleta.
Manuel Escribano, como único espada: saludos, silencio, silencio, silencio tras aviso, oreja con petición de la segunda, y ovación tras aviso.