VALENCIA | 2ª FERIA DE JULIO
Manzanares, amo y señor de Valencia
El alicantino desorejo al quinto toro de Cuvillo mientras Castella y Gines Marín pasearon un trofeo cada uno.
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Abrió plaza un castaño de Cuvillo bueno como la malva. Tuvo prontitud y ritmo en sus embestidas. Sebastián Castella levantó una faena basada en la ligazón, pero siempre intentando meterse en los terrenos del toro cuando éste demandaba mayor distancia. Acabó con su ya más que clásico arrimón final. Nada nuevo. La espada viajó caída pero fue más eficaz. La oreja tuvo mayoría de pañuelos.
El cuarto fue otro animal desfondado casi de salida. Le costaba un mundo perseguir las telas que le presentó Castella. De nuevo hubo toreo de cercanías. Pero esta vez faltó chispa con un toro que había asomado la bandera blanca en son de paz. Por ello se censuró al torero galo que alargase la faena. La estocada cayó baja otra vez y tras una petición insuficiente, Castella saludó una ovación.
El segundo de Cuvillo se rompió en el caballo. Apuntó mucha clase, pero lastrada por haberse dejado los cuartos traseros empujando en el peto. José María Manzanares tuvo que conformarse con tirar líneas en el inicio de faena. A derechas el toro quería coger la muleta. Al natural protestó más. Cuando volvió a la derecha no había recorrido para llevar toreado ya al toro. Media en buen sitio fue suficiente.
Sin embargo Manzanares tenía reservada la bala del quinto. Un toro con más movilidad que entrega y clase y siempre al límite de rajarse. Tras un conato de pique en quites, con el alicantino por chicuelinas de manos bajas y Ginés por saltilleras, Manzanares aprovechó la inercia del toro en una primera mitad de faena basada en el pitón derecho. Sin embargo, el trasteo rompió por arriba al natural. Le voló la muleta y lo llevó más prendido del engaño. Ajustados los embroques y tapando la salida al toro cuando éste amenazaba con poner rumbo a tablas. Cuando el amago fue ya huida verdadera, el de Alicante aprovechó la querencia para firmar pases accesorios de alta nota. El trincherazo, el molinete, el del desdén y el de pecho adquirieron tintes de toreo fundamental por su interpretación y ejecución. Y como en la suerte de recibir, Manzanares es maestro, partió al toro en dos de una estocada que crujió al toro por la mitad. El doble pañuelo asomó a la vez desde el palco.
Ginés Marín llegó a Valencia como sustituto de Andrés Roca Rey. No tuvo excesiva suerte con el primero de Cuvillo, un animal manejable pero de muy justo poder. Tan poco, que cuando el torero jerezano le obligó por abajo en dos tandas a derechas de buen trazo, el toro aminoró revoluciones. Muy venido a menos, Ginés recurrió al toreo de cercanías para terminar de exprimirlo. La estocada la cobró con rectitud en lo alto. Quedó algo suelta la espada y eso retardó la muerte del toro. La petición no cuajó en mayoritaria.
Ginés salió a por todas con el colorado sexto. Esas ganas arrolladoras le hicieron perder un punto de temple. Pero el sitio y el buen momento de este joven diestro salieron a flote en un trasteo variado, que ganó en mando a medida que al toro se le fue acabando el fuelle. Tiró mucho del toro y expuso Ginés. Dos tandas finales al natural a pies juntos supusieron el cénit de la faena. Y como rúbrica, la estocada de la tarde. Perfecta de ejecución y colocación. Solo el espadazo valía la oreja que paseó finalmente pese a la petición de la segunda. Premio que supo a poco.
Valencia, viernes 21 de julio de 2017. 2ª de Feria. Casi tres cuartos.
Toros de
, correctamente presentados, sin excesos de cara y kilos. Conjunto de desigual juego aunque bajo de raza en general. Los mejores para la muleta, el bondadoso primero y el móvil quinto. El sexto, sin romper, también se dejó. A menos el resto.
Sebastián Castella, oreja y saludos.
José María Manzanares, silencio y dos orejas.
Ginés Marín, saludos tras aviso y oreja.