Madrid - Publicado el - Actualizado
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La capacidad para transmitir el gozo a través de su toreo es fascinante. No es de extrañar que la gente se sumara a la fiesta en el ruedo con la lidia de José María Manzanares al segundo de la tarde. Un buen toro de Núñez del Cuvillo. Tuvo momentos tremendamente emocionales en una obra maravillosamente dicha y hecha. De refinada hondura y excelente temple. Brutalmente lento fue el muletazo diestro. Sensacional el infinito pase de pecho trazado con una lentitud pasmosa. No cabe duda de que el momento estrella de la lidia residió en un lentísimo y majestuoso circular y un cambio de mano interminable con el que acabó coronando una faena de un alto sentido emocional. Posiblemente el muletazo mejor logrado de una lidia en la que quedó reflejado también el natural. Escasos, pero de enorme belleza. Sólo dos, pero en ellos reunió todas las delicadezas de un trazo de irresistible goce.
Se pudo compartir el gusto de Manzanares realizando el toreo con el noble y bravo ejemplar del ganadero gaditano. Un toro de nobles y boyantes embestidas que humilló y se desplazó, sobre todo por el pitón derecho, con demostrada clase. Un toreo contagiado a la gente con su estética y su encanto. Una faena de calidad con reminiscencias clásicas no desprovista de brillantez pese a su habitual desajuste en los muletazos de inicio. Y pese a ligeros altibajos en el epílogo de una obra culminada con una contundente y certera estocada en la suerte de recibir. Dos orejas.
Retomó el hilo del temple con dos largos y despaciosos muletazos diestros al flojo, aunque noble y boyante, quinto. Y aumentó el interés con el soberbio natural aderezado con el interminable pase de pecho. No fue una faena pletórica, quizá algo discontinua, pero sí demostración palpable de un toreo refinado y armónico, de indudable empaque y enorme facilidad para transmitir la emotividad imprescindible en el toreo. Con media estocada y un golpe de verduguillo acabó con el desfondado toro.
A fin de competir consigo mismo, Alejandro Talavante, nos regaló una sucesión de lances por delantales, de ritmo suave, al quitar el primer toro de Manzanares. Fue tarjeta de presentación de quien se mostró triste y aburrido en comparecencias anteriores. Sacó pecho e hizo gala de su actitud en una notoria tanda de templados muletazos genuflexos para principiar faena al noble, pronto y repetidor tercero. Un toro, al que no se le picó, que mostró después la clase de sus embestidas, en especial, por el pitón izquierdo. Al extremeño le costó un mundo hacerse con las acometidas. Parecía hacerlo sin alma en un inicio de correctos y anodinos trazos. Hubo que esperar, pasado el ecuador de la lidia, para ver a un Talavante entregado en el toreo al natural, dispuesto a subir el listón de una faena notable en el epílogo y, como tal, más emotiva. Posee, cuando quiere, tan mágica y acogedora calidad, que tres largos y hondos naturales, suaves y poderosos, se deslizaron por la tierra de albero, entre remates de pecho y pases por bajo mirando al tendido, con un encanto especial. Se entregó sin miedo en un espadazo del que salió milagrosamente inmune tras la cogida y brutal golpetazo en el vientre. La oreja fue justo premio.
La sosería del parado sexto le trasmitió una bajada de ánimo que acabó con su ilusión y con la de gente en los tendidos.
Sebastián Castella se topó con lo menos bueno de la interesante corrida de Núñez del Cuvillo. Con el noble, aunque soso, primero demostró sus ganas en una faena de correctos trazos, a derecha e izquierda, sin pizca de emoción. Una enorme cantidad de pases sólo sirvieron para escuchar el aviso de que el tiempo le concluyó. Con los aceros mal.
Y con el cuarto, descastado y de sosas embestidas, mostró su buena actitud e indiscutible valor atornillando las zapatillas en la tierra de albero para deleitar con su característico pase cambiado por la espada. Para después emplearse en una lidia a la que le faltó la emotividad pese al arrimón final. Pinchó antes de hundir el acero y le ovacionaron lo hecho.
Sevilla, martes 17 de abril de 2018. 9ª de abono. Lleno de “no hay billetes”
Toros de
, de aceptable presentación e interesante juego. De acusada sosería el primero; encastado y de nobles embestidas el segundo; noble, pronto y repetidor el tercero; descastado y venido a menos el cuarto; flojo y de escaso fondo el noble quinto; soso y parado el sexto.
Sebastián Castella, de azul y oro, silencio tras aviso y saludos tras aviso.
José María Manzanares, de sangre de toro y oro, dos orejas y saludos.
Alejandro Talavante, de tabaco y oro, oreja y silencio.