FERIA DE ABRIL
La maravillosa obra de un genio
Morante esculpió el toreo con un sobrero de Garcigrande al que desorejó. El Juli y Manuel Perera fueron ovacionados. Decepcionante corrida de Torrestrella.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Lo ha vuelto a hacer. A distinguirse por lo que hace y como lo hace. A engrandecer el toreo. Además, colocó a quien lo vio en una situación difícilmente imaginada. Siempre es así, imprevisible, intimista, poético, trascendente… para después hacer de la lidia una sensacional tauromaquia preñada de torería. La intensidad abrumadora de su toreo colmado de naturalidad alcanzó la cima.
Un toreo hecho con argumentos que se extendieron a la pureza y delicadeza de unos trazos brillantes, despaciosos y largos, con sentido del ritmo y la coherencia de un concepto que transita entre el pasado y el presente para alcanzar el futuro.
Fue el culmen del toreo la gran faena realizada al cuarto, un toro de Garcigrande lidiado como sobrero. Un toro brabucón y exigente que visto su comportamiento en las primeras suertes nadie apostaba por él. Menos Morante. Incluso algunos creían que el diestro cigarrero, que esperaba apostado en las tablas a que Lili, su hombre de confianza, le aproximara el toro, llevaba montada en la muleta la espada de matar. Pero no era así, de inmediato se puso a torear.
Un toreo excelso con el que pudimos degustar auténticas joyas de arte. Ora con la derecha, ora con la izquierda, casi alcanzaba la perfección. Una lidia brillante, tanto en su pureza como en la naturalidad de su ejecución. Y es que el torero de La Puebla ha hecho y dicho el toreo de forma arrolladora, pura, templada, ligada y lleno de matices, entre muchos los portentosos cambios de manos con los que realzó el carácter divino de la gran obra. Morante volvió a parar el tiempo. Se hizo evidente en el momento en el que completó una faena con la que abrió las puertas de la recreación. Naturales intactos en su esencia. Modélica versión del toreo diestro con el que estableció la consabida y lenta escalada hacia la emoción. Un toreo que escondió una profundidad impresionante. Muletazos con una templanza y suavidad al borde del alcanzar el infinito.
Fue algo más que un divertimento, que una locura colectiva. Fue la ceremonia solemne, el instante mágico en el que cada trazo se glorifica y se convierte en algo tan bello y efímero como majestuoso y único. Como es él, único. La estocada entró por derecho y las dos orejas fueron a sus manos.
Y poco más que contar, porque la corrida de Torrestrella, exigida por Morante de la Puebla, fue decepcionante. Un compendio de falta de casta y fuerza que dio al traste con muchas ilusiones, sobre todo las de Álvaro Domecq. Una pena. Y con estos, el sevillano desistió de inmediato con el manso segundo. El Juli lo intentó todo, incluso mantener en pie al inválido tercero y torear al parado quinto. No pudo ser. Tampoco tuvo opciones Manuel Perera en el importante día de su alternativa. Es obvio que las ganas de triunfo le nublaron la ideas con el complicado primero. Se le vio decido y nervioso en una pelea cuerpo a cuerpo que no ganó. Y con el descastado sexto se puso de rodillas delante del portón de chiqueros y le echó ganas a una lidia donde algún que otro muletazo diestro le pudo robar antes de que el complicado toro se quedase parado. Le aplaudieron por sus ganas de agradar.
Sevilla, sábado 7 de mayo de 2022. 13ª de abono. Lleno de 'No hay billetes'
Cinco toros de Torrestrella, mansos y sin fuerzas, y un sobrero de Garcigrande, lidiado en cuarto lugar, brabucón y exigente. La corrida de Álvaro Domecq, exigida por Morante, fue decepcionante..
Morante de la Puebla, silencio tras aviso y dos orejas tras aviso.
El Juli, saludos y palmas.
Manuel Perera, saludos y ovación tras aviso.