Orejas de escaso peso en una novillada tan larga como insulsa en Bilbao

Pese a los alicientes que traía la novillada de las Corridas Generales, el tirón en taquilla resultó casi nulo. Lamentable la imagen de unos tendidos casi desérticos y la un ruedo en malas condiciones convertido en barrizal. Víctor Hernández, que toreaba tras su cornada el viernes en Almería, Jorge Martínez y Mario Navas debutaban este lunes en el coso bilbaíno de Vista Alegre y lo hicieron con resultados desiguales. Tan desiguales como el encierro enviado desde tierras charras por José Cruz. Una novillada muy desigual en hechuras que se igualó por la falta de fuerzas y casta en la mayoría de sus ejemplares.

No resultó fácil el primer novillo del lote de Víctor Hernández, un animal con movilidad, pero escasa entrega. Tuvo violencia cuando llegaba a los engaños y por eso tuvo mérito la firmeza con la que se vio al novillero madrileño. Quiso torearlo como si fuese bueno pese a la desclasada condición de su oponente. La faena navegó sin alcanzar nunca cotas artísticas. Lo avío de un notable espadazo, lo que le valió para saludar una ovación.

El cuarto se empleó en el peto y se movió de forma encastada en el último tercio. Con él, Víctor dejó patente su buen trazo y plomada. Pese a esos viajes del novillo, a éste le faltó uniformidad en sus embestidas. Algún natural tuvo sabor y empaque al correr la mano con largura, aunque al novillero de Santos de la Humosa no se le terminó de ver tan redonodo como en otras ocasiones. Al conjunto le faltó rematar de verdad. Sonó el aviso antes de montar la espada, que viajó rinconera y fue letal. Hubo una petición que el palco consideró suficiente para otorgar una amable oreja. El esfuerzo por torear hoy en Bilbao pese a la cercanía de su cogida en Almería, tuvo recompensa.

Tuvo temple, armonía y gusto el saludo capotero de Jorge Martínez al segundo del festejo, que fue devuelto tras mostrar su feble condición tras acudir al caballo. El sobrero estaba tan invalidó, o más, que el titular. Pero esta vez el presidente Matías optó por mantenerlo en el ruedo. El murciano tiró de temple para sostener en pie al utrero. No siempre hubo limpieza, por lo que al trasteo le faltó uniformidad. Gustó el concepto del murciano, que espolvoreó algunos muletazos cadenciosos y bien trazados. Las dos ultimas tandas a derechas, más enfibradas, elevaron la nota media del conjunto. Una estocada defectuosa por baja y trasera y tres golpes de verduguillo dejaron todo en una amable ovación desde el tercio.

Se ovacionó el trapío del quinto, el utrero más serio de cabeza del sexteto. La historia cambió cuando tuvo que emplearse en los engaños. Un comportamiento que fue siempre a menos y que lastró la disposición de Jorge, que vio como el novillo fue parándose sin remisión y que cuando quería coger los trastos lo hacía sin humillación ni clase. Un pinchazo y un espadazo casi entero en los sótanos dejó todo en silencio.

El tercero fue el novillo con más cuajo de la primera mitad del festejo. Otra cuestión fue lo que trajo dentro. Debilidad de remos y una desesperante ausencia de casta. Muy agarrado al piso desde su paso por el caballo, el de José Cruz topaba más que embestía. Estuvo correcto Mario Navas, que poco pudo decir con tan poco oponente enfrente. Con la espada hubo un apagón importante.

No entraba por los ojos el feo sexto, un astado muy ancho de sienes, de escaso perfil y sin cuello. Para más inri, llegó con poca vida al último tercio, perdiendo las manos en sus descompuestos viajes. Al novillero vallisoletano se le atisbaron sus buenas maneras, pero para empeorar todo aún más, el de José Cruz dio una vuelta de campana mediado el festejo del que salió aún más lastrado en su ya contado poder. Lo mejor que pudo hacer fue despenarlo con más habilidad que acierto en la colocación de la espada. La petición de oreja no parecía mayoritaria pero a Matías se le aflojó la mano y concedió una oreja de escasos argumentos.