3ª FERIA DE ABRIL

Un pletórico Perera sale en hombros por la Puerta del Príncipe

Miguel Ángel Perera ha cortado tres orejas a buenos toros de El Parralejo. Borja Jiménez paseó un apéndice.

Miguel Ángel Perera en su salida a hombros por la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

He aquí un alarde de buen torear, de atrapar la embestida y llevarla embebida en la tela hasta el final de un largo e irresistible viaje. Miguel Ángel Perera posee ese poder. Tiene, pues, en grado sumo la cualidad de saber torear. De mandar, templar, reducir la velocidad del toro. Un toreo, a un gran toro, que fue intuido y disfrutado y con el que expresó un concepto muy particular con el poso que dan veinte años de alternativa. Un toreo que le permitió crear. Un toreo de impecable valor que recrea con ejemplar profundidad sin caer en el mínimo atisbo de vulgaridad. Así logró comunicar su obra a través de ese leguaje de la verdad.

Con la enorme calidad de la embestida de “Oloroso”, lidiado en cuarto lugar, ejecutó una tauromaquia única con la que enjoyó una lidia de templadísimos muletazos diestros, ora con las dos rodillas en tierra, ora en la verticalidad de una figura quieta y cimbreante como un junco. Toreo fundamental para construir la felicidad de toda una plaza. Faena con argumentos suficientes para hacerla exclusiva en otra gran tarde de toros.

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Carlos Herrera, la Puerta del Príncipe de Perera y la buena corrida de El Parralejo

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Porque la corrida de los herederos de Pepe Moya, tan pareja de hechuras, como seria, noble y brava, tuvo calidades para que en ese instante preciso, al borde de lo maravilloso, naciese el toreo. Tan efímero, tan perfecto tan impecablemente trazado con esa mano derecha dominante empeñada en romper el plano del infinito. Todo hecho por un torero en plena lucidez artística e intensidad inusual en él. El extremeño regaló una lidia con marchamo de verdad y belleza, Una obra firmada de manera contundente con la espada que le posibilitó el corte de las dos orejas que, sumada a la conseguida con su primer toro, le abrió de par en par la Puerta del Príncipe que, durante 20 años, tanto soñó.

Al complicado, por encastado, primero de El Parralejo le bajó la mano, arrastró la muleta para así conseguir dominar las difíciles acometidas. Hilvanó naturales que despertaron los sentidos y, sobre todo, la capacidad de imaginar. Los de pecho fueron extraordinarios y los redondos colmados de una quietud desesperante. Como el acero entró con un obús la petición se masificó y el presidente accedió a conceder el premio.

Esa melancolía que refleja el rostro de Paco Ureña llega al alma y se tiñe de tristeza cuando el público no conexiona con su toreo. Al poseedor de la pureza, que se vació para aumentar la intensidad de una faena desarrollada de manera inteligente a un toro noble, mermada sus fuerzas tras la vuelta sobre los pitones al inicio de la lidia, la gente no lo comprendió. Ni se enteró de unos naturales hondos, lentísimos y bien rematados. Ni de esa verticalidad ralentizando la embestida en el trazo con la izquierda, ni eso detalles torerísimos por bajo y de trinchera con los que epilogó una faena hilvanada y de momentos interesante, ni de la estocada con la que mandó este segundo toro al desolladero. Este público facilón y populista de pañuelos al aire en tardes de figuras, no lo sacaron para un torero merecedor de mejor trato.

El desánimo de Ureña le pudo en la lidia del quinto, un toro soso y distraído con el que le fue difícil trazar faena. Entró el acero para finiquitar el toro y su particular y corta feria.

Se fue a los medios para brindar, se le arrancó el toro y sin descomponerse, con la montera en la mano, le endiñó cuatro naturales que desataron las primeras emociones, y después brindó. Nostalgia de lo igual hecho una tarde en la Maestranza por el entonces novillero de Utrera, Joaquín Díaz. Borja Jiménez hizo gala en todo momento de una tauromaquia sólida y de una capacidad y ambición peculiar. Y así fue construyendo con el tercero, otro buen toro aunque con escasa fuerza, una lidia digna de su talento. Sobre toda en la valiosa versión del natural. Creo cada trazo con una hondura y profundidad asombrosa, lentísimos lo remates de pecho haciendo un toreo con la izquierda realmente expresivo. Acabó con remates por bajo antes de dejar el acero hundido. En este caso sí hubo petición de oreja que el palco concedió.

Ante el sexto tenía el objetivo de salir en volandas junto a Perera. No le faltó la ambición ni el valor. Caminó para hincarse de rodillas delante de chiqueros e iniciar una lidia complicada por la falta de humillación del toro. De todas formas se quedó muy quieto en el inicio de faena para torear por alto hasta conseguir una lidia, no contundente, pero sí de enormes detalles de buen torero. Le quedan aún dos tardes más. Merece la pena esperar.

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