1ª FERIA VIRGEN DE LA ANTIGUA
Roca Rey y Ginés Marín, oreja por buenas estocadas en Guadalajara
Corrida manejable pero Descastada de El Pilar con la que José María Manzanares fue silenciado.
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Abrió plaza y feria un toro de El Pilar tocado de pitones y de medias embestidas con el que José María Manzanares nunca se encontró a gusto. El viento además molestó a la hora de domeñar las desclasadas embestidas del animal. Lo mejor, de largo, la efectividad a la hora de meter la mano y dejar una estocada arriba. Hubo una leve petición de oreja aunque luego nadie se acordó de sacar a saludar a Manzanares.
El cuarto fue un toro vulgarón que se movió sin gracia en el último tercio y con el que Manzanares solo dejó una tanda más enfibrada y conseguida en el tramo final de la faena. Esta vez se encasquilló utilizando la tizona.
No invitó al optimismo el primer toro del lote de Andrés Roca Rey. De vareada anatomía y sin celo tras los embroques, todo cambió tras el tercio de varas cuando quedaron solos sobre el ruedo toro y torero. El de El Pilar rompió a bueno, sobre todo por el pitón derecho, por donde se desplazó con enclasada nobleza y ritmo en sus embestidas. El peruano lo aprovechó en tandas de mando creciente. Muy atalonado y templado. Pero un carrusel de pinchazos dejaron a Andrés sin premio.
El quinto fue un animal con calidad pero flojo de remos y medido de raza. Roca Rey, que dejó un buen saludo a la verónica, solo pudo poner voluntad en un trasteo largo y afanoso pero de escaso rédito artístico. El volapié, perfecto de ejecución y colocación, elevó el conjunto al premio de una generosa oreja.
Ginés Marín sorteó en primer lugar un ejemplar de muy medida raza que tuvo un comportamiento a menos en el último tercio. Mientras le duró el celo, que fueron dos tandas, el extremeño le pasó de muleta con limpieza y buenas formas. Pero hasta ahí duró el pupilo de Moisés Fraile. Tuvo que recurrir al arrimón en el epílogo del trasteo para mantener la intensidad y la conexión con los tendidos. Como es habitual en Ginés, con la espada fue un auténtico cañón. Esta eficacia con el acero le valió la oreja concedida.
El sexto, alto de agujas pero sin terminar de llenar su amplia anatomía, se movió a su aire. Ginés, muy comprometido, se metió con él hasta enredarle y enjaretarle varias tandas por ambos pitones muy templadas y ligadas. Trasteo muy meritorio que esta vez no coronó con la espada hasta el tercer intento.