MADRID

El toreo más clásico brilló en el festival benéfico de Chinchón

Diego Urdiales y los novilleros Aitor Fernández y Álvaro Chinchón cortaron sendas orejas en la localidad madrileña.

Diego Urdiales durante su faena de muleta este sábado en el festival de Chinchón

Agencia EFE

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El festival taurino más antiguo de los que se llevan celebrando en España ha cumplido, ya, cien años de historia. Nos referimos, por supuesto, al tradicional festival de Chinchón, aquel cuya andadura iniciara con periodicidad anual Marcial Lalanda hace justo un siglo, si bien sus orígenes se remontan a las actuaciones benéficas de Salvador Frascuelo allá por el año 1871.

El festival, organizado por el ayuntamiento de la localidad y celebrado en el día de hoy, ha supuesto el colofón a una serie de actos llevados a cabo en Chinchón bajo el título "El festival, por dentro", y en los que han tomado parte representantes de las familias Lalanda, Aparicio o Vidrié, impulsoras del festejo durante años.

En lo estrictamente taurino cabe señalar la meritoria actuación de Uceda Leal en el rebrincado y flojo primero, al que robó pasajes templados y largos al natural, aunque el fallo con el descabello le impidió tocar pelo.

Diego Urdiales y los novilleros Aitor Fernández y Álvaro Chinchón cortaron sendas orejas en esta edición centenaria del festival de Chinchón.

No anduvo cómodo Diego Urdiales con el segundo, que embistió a media altura punteando. Eso sí, dejó un recibo a la verónica de nota y tres trincherazos sublimes.

A Paco Ureña le correspondió un novillo manejable aunque sin el fuelle necesario para apretarle ligando los muletazos, por lo que el murciano se los dio de uno en uno, muy encajado, aunque con escaso eco en los tendidos.

Alejandro Marcos entró por la vía de la sustitución. El salmantino es otro de esos toreros que da gusto ver, pero al que apenas se ve.

En Chinchón todo lo que hizo -excepto el manejo de los aceros- tuvo el sello de la categoría, desde las armoniosas verónicas del recibo, el gustoso quite por chicuelinas, y la elegante faena de muleta de hombros descolgados y cadencia suprema. Pero pinchó, y no pocas veces.

El novillero Aitor Fernández derrochó ganas ante un antagonista que humilló pero al que le faltó fuelle una vez perdía la inercia inicial.

Cerró festival el novillero local Álvaro Chinchón, a quien le correspondió un novillo con calidad aunque demasiado parado. A pesar de ello, paseó una oreja pedida por sus paisanos.

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