7ª FERIA DEL PILAR
Un total de siete orejas, de distinto peso, para Daniel Luque y Tomás Rufo en Zaragoza
El sevillano, con cuatro orejas, y el toledano, con tres, abren la puerta grande del coso de La Misericordia. Perera fue silenciado en su lote.
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Paco Aguado
Pero más allá de los trofeos, en otras tardes concedidos con generoso criterio, ambos contribuyeron a dar forma al espectáculo más completo de lo que va de abono pilarista, sobre todo Daniel Luque, cuya faena al manso y complicado quinto de la tarde marcó ampliamente las diferencias.
Y es que ese segundo par de orejas que paseó el sevillano fueron las más justificadas -trofeos de auténtica ley- de las muchas que ya se han cortado en la feria, en tanto que sirvieron para premiar también la faena de mayor mérito y trascendencia, que fue la que cuajó a ese ejemplar en todo un despliegue del más sincero valor y de una total autoridad lidiadora.
No en vano, el toro, tan abanto y distraído de salida como casi todos sus hermanos, había herido antes de gravedad al banderillero Juan Contreras, arrollándole en el primer par, una vez que el magisterio de Iván García en la brega había logrado sujetar las ganas de salirse suelto del de Zacarías Moreno.
Aun así, no llegó el toro con un comportamiento claro al último tercio, pues, brusco y sin clase, ciñéndose gazapón y sin auténtica entrega en los embroques, dificultaba cualquier intento de faena tipo, salvo para el hoy segurísimo Daniel Luque, que no dudó ni cedió terreno, y ni una sola vez ni se dejó sorprender ante esas reservonas acometidas.
Fue así como, poco a poco, fue encauzando e imponiéndose al castaño hasta cuajarle, ya mediado el esfuerzo, una soberbia tanda de naturales, con los vuelos de la tela ejerciendo un mando tan sutil como efectivo, para pasar luego a disfrutar, con alardes y otro buen puñado de pases con la izquierda, de ese triunfo por absoluta superioridad ante un incierto enemigo al que tumbó de una estocada fulminante.
Antes, Luque también había tenido en las manos las dos orejas del segundo, un remiendo de Álvaro Núñez que se vino arriba en banderillas y fue sacando una brava movilidad que el torero de Gerena manejó a placer, exigiéndole más en cada tanda de muletazos por uno y otro lado, para terminar adornándose, casi como un juego de niños, con sus personales luquesinas.
Las tres orejas que se llevó Tomás Rufo tuvieron otro peso específico, en tanto que la primera recompensó un trasteó más mecánico que sólido en casi todo su desarrollo -a excepción de una atemperada tanda con la izquierda- con el único manso de Zacarías Moreno que, aunque sin gran celo, se movió un tanto tras los engaños.
Pero las otras dos se las puso casi en la mano el último de la tarde, que, con el ambiente ya en lo más alto, no solo fue el de mejor juego de los titulares sino que además sacó una clase y una profundidad excepcionales, con la que ya disfrutó su cuadrilla en el segundo tercio.
El toledano volvió luego a poner la plaza en pie en el inicio de la faena, cuando citó al bravo desde las rayas de picar para cuajarle, con las dos rodillas en tierra, hasta seis hondísimos derechazos, marcando así una cima desde la que el trasteo fue descendiendo a medida que los muletazos y la decisión de Rufo iban perdiendo intensidad y el toro dejaba de repetir sus embestidas, que no por eso perdieron su calidad.
Aun así no cesó de girar la rueda del entusiasmo, hasta que tras la también defectuosa pero contundente estocada, volvió a desatarse la pañolada.
Así las cosas, a Miguel Ángel Perera le correspondió el papel de convidado de piedra de la tarde triunfal, pues apenas tuvo opciones con un primero descastado al que hizo seguir el engaño a regañadientes, mientras que el cuarto, un manso declarado y huido, no quiso pasar una sola vez más allá de los muslos del extremeño, que se vio obligado a cortar por lo sano.