Una abuela y su nieto cuentan cómo viven la Lotería de Navidad: "Desde que compro el décimo soy millonaria"

Cecilia y Gonzalo se llevan casi sesenta años pero ambos comparten su ilusión por el Gordo

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Cecilia tiene 80 años y su nieto Gonzalo, 21. A pesar de pertenecer a generaciones muy alejadas entre sí, ambos comparten su pasión por la Lotería de Navidad y han mantenido una distendida conversación en el plató de COPE sobre cómo se vivía el sorteo antes y ahora, en qué se basan para comprar sus décimos y qué harían si les tocase el Gordo.

Los dos coinciden en que lo mejor de la Lotería de Navidad es compartirla. “Un décimo lo comparto con mis hijas y se lo he mandado por Whatsapp”, explica Cecilia, que también compra uno para sus nietos y este año comparte uno con su nieta Patricia. Gonzalo, por su parte, cuenta que el año pasado cogieron la costumbre con su novia de comprar un décimo a medias: “Nos tocó el reintegro y con los veinte eurillos nos fuimos al cine”.

“¡Yo creo que nunca he cogido un duro!”, se lamenta Cecilia. En cuanto a sus preferencias a la hora de elegir un número, a la abuela le gusta que termine en 8, mientras que el nieto solo pide “que no tenga muchos ceros, ni al final ni al principio”. Asegura que busca en Internet el número que quiere comprar, localiza la administración que lo vende y va a comprarlo.

Cecilia recuerda que antiguamente los décimos costaban 3.000 pesetas, que era una suma de dinero muy significativa, y, como no tenían ese dinero para gastárselo “a la ligera”, las tiendas compraban los décimos y hacían participaciones para los clientes, unas participaciones que solían ser de unas cinco pesetas cada una. La abuela prosigue: “Había veces que te tocaba el reintegro y decías ‘¿cómo voy a cobrar cinco pesetas?’ y te quedabas sin cobrarlas porque a lo mejor simpatizabas con el carnicero o quien fuera y se lo dejabas”.

También es distinta la forma cómo siguen el sorteo el día 22 de diciembre. Cecilia cuenta que lo vivían con mucha intensidad: “Yo me levantaba a las ocho de la mañana, no teníamos tele, plantábamos la radio y de ahí no nos movíamos hasta que no salía el Gordo. Creo que eran quince millones de pesetas lo que se sorteaba”.

Gonzalo confiesa que “llega el día 22 y uno tiene la ilusión de que le toque, pero sabes que las probabilidades son tan pequeñas…” También explica que activa las notificaciones en el móvil para que le avise de cuál es el Gordo y el resto de premios.

Cecilia admite que lo mejor es la ilusión que le produce comprar Lotería de Navidad: “Yo, desde que compro el número hasta que sale, soy millonaria. Luego tengo una decepción, pero que me quiten lo ‘bailao’. He sido millonaria durante equis meses”.

Ambos tienen ideas distintas de lo que harían si les tocase el Gordo. El nieto cuenta que se guardaría parte del premio para él, una parte para pagarse el curso de piloto que quiere hacer y luego otro monto se lo daría a sus padres: “¿Para qué quiero yo tanto dinero si luego el dinero te corrompe?”, se pregunta. La abuela explica que lo repartiría entre sus hijas: “Si yo ya soy vieja, ¿para qué quiero los cuartos?”. Y también confiesa un fin muy especial para el que reservaría una parte del importe: “Donaría dinero a la investigación contra el cáncer”. Y recurre a un dicho para definir la mejor filosofía cuando a uno le toca la Lotería: “Quien come y deja, dos veces pone la mesa”.

¿Dónde se vende tu décimo favorito de la lotería de Navidad?

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Con Carlos Herrera

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