¿Exceso de grasa en el cuerpo? La que no se ve es la más nociva

La grasa visceral es la que rodea los órganos y se puede medir

Carmen Labayen

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No toda la grasa excesiva que acumulamos en nuestro cuerpo es igual de nociva para nuestra salud. En plena Semana Santa en la que es habitual el consumo de dulces típicos de esta época del año, conviene saber que la grasa que más nos perjudica es la llamada grasa visceral, la que rodea a nuestros órganos internos. Es inflamatoria y modifica nuestro metabolismo, pero no siempre es visible. La buena noticia es que se puede medir.

Hay personas delgadas, pero que son metabólicamente obesas. Son personas que, aunque en apariencia no tienen un peso excesivo, acumulan mucha grasa visceral con peligrosos efectos metabólicos para su salud. Esa grasa, situada en torno a órganos y tejidos, tiene bastante más impacto negativo que la subcutánea que tenemos por debajo de la piel”, explica en COPE Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de Nutrición.

La acumulamos en torno al corazón, el hígado, los riñones y también los intestinos y un porcentaje excesivo de esta grasa visceral es inflamatorio y nos expone a sufrir diabetes además de enfermedades del corazón y metabólicas. La grasa visceral equivale al 10 por ciento del total de nuestra grasa corporal. Se mide por medio de una escala de 1 a 59 puntos y se considera saludable entre 1 y 9 y perjudicial en adelante.

En niveles saludables cumple funciones importantes, como proteger los órganos y proporcionar energía de reserva. Sin embargo, acumulada en exceso produce compuestos inflamatorios y hormonas que pueden desencadenar otras enfermedades. A medida que se acumula, se producen cambios metabólicos en nuestro organismo con efectos negativos para nuestra salud y que pueden cronificar la inflamación.

“El tejido graso visceral en exceso actúa como un órgano activo que libera sustancias perjudiciales que nos exponen a enfermedades como la diabetes de tipo 2, la hipertensión arterial, la resistencia a la insulina y enfermedades cardiovasculares. De hecho, una acumulación elevada de esta grasa abdominal y visceral se asocia con un mayor riesgo de infarto de miocardio, derrame cerebral o ictus y otras complicaciones graves. En cambio, la grasa subcutánea, la situada debajo de la piel, que acumulamos en los muslos o caderas, tiene un efecto menos nocivo, incluso podría hasta tener un cierto papel de reserva energética y su efecto es más inocuo”, explica a COPE la especialista en Obesidad y Nutrición Cristina Petratti.

Como ocurre con la grasa subcutánea, la grasa visceral aumenta cuando llevamos una vida sedentaria, con el picoteo, el consumo de procesados, el abuso de alcohol, el consumo de tabaco y el insomnio. También el estrés nos hace almacenar este tipo de grasa que, a diferencia de la grasa subcutánea, que se encuentra justo debajo de la piel, tiene mayor actividad metabólica, lo que la hace potencialmente más peligrosa.

Pero no todos estos factores impactan de igual manera sobre el tipo de grasa que vamos a acumular en nuestro organismo. Y es que, según Petratti, que forma parte de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO): “el estrés crónico puede no cambiarnos mucho el peso, pero sí dirigir la grasa hacia el abdomen. La inactividad física está directamente relacionada con el aumento de la grasa visceral y el consumo elevado de alcohol tiende a asociarse con un mayor aumento de la grasa subcutánea que visceral”.

A esto hay que añadirle factores individuales y la genética que hacen que las mimas calorías consumidas por una persona y por otra no generan ni el mismo tipo de grasa ni que se deposite en el mismo sitio.

 ¿Cómo podemos saber si tenemos un exceso de grasa visceral?  

Debemos sospechar de que podemos tener un exceso de grasa visceral ante un aumento del perímetro abdominal, incluso si nuestro peso general no cambia en exceso “tener un contorno de cintura por encima de 88 centímetros en mujeres y de más de 102 centímetros en hombres sugiere que tenemos una adiposidad visceral alta”, señala Petratti.

Otras señales incluyen dificultad para perder peso, reducir la zona del vientre, niveles elevados de glucosa o triglicéridos en sangre, fatiga persistente y, en algunos casos, problemas de sueño o trastornos digestivos, como el reflujo gastroesofágico.

Hay diferentes formas de medir la grasa visceral y subcutánea y para reducirlas se aplica exactamente el mismo método que, según recuerda Leis, pasa por “disminuir el aporte de calorías y hacer una dieta saludable con nutrientes de calidad al tiempo que aumentamos la actividad física y reducimos el sedentarismo”.

El índice de masa corporal (IMC), que se utiliza para evaluar el peso, no distingue entre músculo, grasa subcutánea y grasa visceral por lo que no es un buen indicador para evaluar los niveles de grasa visceral. Puede además dar resultados engañosos en personas con gran masa muscular o con retención de líquidos.

Sí puede también ser útil, y podemos hacer la medición en casa, la relación entre la altura y la cintura “si la cintura mide más que la mitad de tu altura también es un indicador de acumulación excesiva de grasa”.

El método más preciso para medir la grasa visceral es la tomografía computarizada (TC) que es una computadora conectada a una máquina de rayos X y que permite ver imágenes en 3D de los tejidos y los órganos. Sin embargo debido a su elevado coste y a la radiación no es la que más se utiliza.

De entre los métodos más avanzados, al que más recurrimos, por ser fácil y rápido, son las básculas que miden la composición corporal que calculan tanto nuestros porcentajes de músculo como de grasa y llegan a detallar la grasa visceral. Hablamos de la bioimpedancia eléctrica y la medición se lleva a cabo por medio de una corriente eléctrica de baja intensidad mide la resistencia que ofrece el tejido graso en nuestro organismo.

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