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Anna Kostyuk, ucraniana en Córdoba: "La mayoría de refugiadas son mujeres, tenían que salvar a sus hijos"
Es residente en Córdoba desde hace 22 años y ha marcado este 2022 cordobés por ser una de las mujeres imprescindibles en la acogida de refugiados ucranianos en Córdoba
Córdoba - Publicado el - Actualizado
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Anna Kostyuk ha sido una de esas mujeres que han marcado, sin duda, el año 2022 en Córdoba. Lo habría hecho en cualquier otra ciudad en la que se hubiera encontrado pero le pilló integrada en esta ciudad como una más desde hacía 22 años. Cuando el 24 de febrero Vladimir Putin lanzó las primeras ofensivas sobre Ucrania y empezó a generar el pánico en su país de origen, Anna reaccionó de inmediato para movilizarse por su gente, y eso que le separaban miles de kilómetros.
-¿Recuerdas qué estabas haciendo cuando te llegaron las primeras noticias y cuál fue tu primera reacción?
-Recuerdo que eran las seis de la mañana y me llamo mi madre. Estaba durmiendo y me dijo "pasó la guerra", yo no entendía nada. Colgué, me volví a tumbar y empecé a pensar que no entendía nada, estaba desconcertada. Desperté a mi marido y pusimos la tele y sí, efectivamente estaba ocurriendo. No me lo podía creer.
-¿Creiste en algún momento que Putin iba a llegar tan lejos?
-No, no, ¿quién iba a pensar que podía ocurrir algo así? A lo mejor gente más cercana al ámbito militar en Ucrania sí, pero nosotros jamás. Es cierto que todo viene de 2014, Ucrania se estaba preparando para eso. Pero nadie podía imaginarse que, en pleno siglo XXI, íbamos a ver imágenes tan antiguas en Europa como tirar bombas o atacar civiles. Yo llevo aquí 22 años pero mi corazón sigue viviendo allí.
-Desde Córdoba os organizasteis, precisamente, un grupo de mujeres para ayudar a otras mujeres. ¿Qué historias os ibais encontrando a la llegada a Córdoba de refugiados ucranianos? Entiendo que en el ámbito personal debió ser muy duro...
-Son todas muy duras. A mí ahora se me conoce más porque hablo español fluido y me comunico con vosotros, pero detrás mía somos como unas 20 voluntarias ucranianas que también lleva muchos años viviendo en Córdoba. Cada vez que llegan refugiadas, ellas también incorporan al trabajo y ayudan muchísimo.
-¿Te ha marcado especialmente alguna historia concreta que te hayan contado a su llegada a Córdoba?
-A mí me afecta todo. A veces trabajo de intérprete, tengo que traducir algunas historias, y creo que no lo hago demasiado bien porque lloro con ellas, sufro con ellas. No soy capaz de traducir porque entiendo lo que están viviendo. Ellas mismas nos han relatado los momentos en los que salían de su casa, no sabían dónde ir, no había ninguna señal, se dirigían hacia una ciudad y acababan apareciendo en otra frontera.También impacta ver cómo han pasado de ser médicos y abogados a, como nos cuentan, vagabundos. A tener que pedir que alguien les done algo de ropa o comida. Es muy triste.
-Los hombres ucranianos, los mayores pero también chicos jóvenes, han sido quienes se han quedado en el frente pero.. ¿Cuál está siendo el papel de la mujer en esta guerra?
-Es duro porque los hombres se quedan allí, no pueden salir. Las chicas salen porque quieren salvar a sus hijos. Aquí en Córdoba, los refugiados al principio se quedaban en un hotel que se llama Cisne Verde, al lado del Hospital Reina Sofía. Allí, como es lógico, pasaban ambulancias cada dos por tres. Recuerdo que se escondían debajo de la cama porque se asustaban pensando que era alarmas aéreas. Es muy duro, ellas tienen que irse por ellos pero se dejan atrás a su familia. Muchas están volviendo a Ucrania solo por eso.
-Estudiaste en Leópolis, una ciudad cercana a la frontera polaca. Allí se encuentra tu familia y hace poco conocíamos que los bombardeos también habian destruido infraestructuras eléctricas de esta ciudad. ¿Cómo lo están viviendo ellos?
-Creo que lo que Putin quiere es asustar a la gente. Por eso destruye infraestructuras, les deja sin luz. Desde aquí estamos sufriendo mucho y desde allí, desgraciadamente, creo que se están acostumbrando a vivir con ello. Mi madre, por ejemplo, me dice que no llame a mis tíos porque hay tramos de horario en el que no tienen luz.
-¿Sientes que la primera tromba de ayuda humanitaria se queda ahora corta si empieza a olvidarse el conflicto? ¿Tienes miedo de que pase a un segundo plano y la solidaridad se acabe como ha ocurrido con tantisimos otros conflictos?
-Yo no tengo nada que objetar al comportamiento de los cordobeses. Yo siempre digo que por algo el destino nos trajo aquí. Solo tenemos que pedir y al día siguiente nos ayudan. Cada vez que lanzamos una camapaña o un proyecto nos ayuda. En abril tenemos un proyecto que os va a gustar un montón. Todo para recaudar dinero para comprar generadores, ropa, y todo lo que haga falta.
-Aquí sobre el terreno, ¿qué recursos estáis poniendo al alcance de los ucranianos que llegan como refugiados?
-A principios de año fue todo muy complicado. No sabíamos cómo actuar ni cómo organizarnos. La policía me llamaba a las tres de la madrugada para preguntarme qué hacían porque habían llegado refugiados a la estación. Todavía no teníamos ni siquiera algo parecido a una sede en la asociación, era todo muy complejo. Ahora las refugiadas ya llevan un año, están bastante integradas. Han pasado de vivir en hotel a ir a pisos compartidos, han empezado a ir a cursos, a trabajar... Otras se han vuelto.
-Te separó la pandemia y ahora lo hace la guerra, ¿qué es lo que más echas de menos de tu país?
-A mis amigas y mi famillia... Voy a acabar llorando (risas). Ahora, mis tíos son mayores y queremos ir a verlo. Pero ni ellos pueden salir ni nosotros podemos ir. Y todo claro, después de la pandemia, que tampoco podíamos movernos... Por el resto de cosas, estoy más que acostumbrada. La comida cordobesa y la ciudad, todo me encanta.