Los remotos orígenes del delicioso Roscón de Reyes

Este postre endulzará esta tarde, mañana por la mañana e incluso durante los próximos días los paladares de muchos españoles

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Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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Hay quien apura su consumo de manera extemporánea incluso semanas después de que se celebre su momento, pero es que el Roscón de Reyes -así, en mayúsculas- es una delicia para la inmensa mayoría de los paladares. Esa masa de harina, mantequilla, huevos, azúcar, levadura, frutas escarchadas y lo que cada cual quiera añadir -chocolate, nata, trufa...- enloquece a los pequeños y permite, de paso, que los mayores puedan romper todas las normas dietéticas como premio de consolación.

Lo que muchos desconocen es que el origen de este dulce se remonta a la antigüedad clásica y que lo de la forma de corona no se corresponde a la Majestad de los Reyes de Oriente. La historia nos cuenta que durante el Imperio Romano se celebraba la Fiesta del Esclavo durante las Saturnales, en la que se recompensaba a aquellos privados de libertad después de sus duros trabajos en el agro con tortas de higos, dátiles y miel en las que se guardaba una haba seca que simbolizaba suerte y prosperidad. El esclavo que encontrara ese pequeño tesoro en el interior de la torta quedaba exonerado de trabajar durante el día siguiente y además se le trataría como a un rey.

Si actualmente se disfruta de este postre el 6 de enero fue debido a que los franceses lo convirtieron en el eje de la fiesta infantil “Le Roi de Fave”, cuya celebración ya se asemeja bastante a la que actualmente se celebra en los hogares españoles. Precisamente fue un rey francés, el primer Borbón “español” Felipe V, quien introdujo este ritual en nuestro país. Como suele suceder, un ritual que comenzó siendo privativo de las élites acabó siendo adoptado por las clases más populares. Madrid y Sevilla fueron las principales ciudades que lo adoptaron como propio.

Julio Caro Baroja cuenta en su obra “El Carnaval”, dos testimonios del siglo XII sobre el Roscón de Reyes o el Rey de la Faba. El primero del Reino de Navarra, donde en 1361 se designaba Rey del Faba al niño que encontraba el haba en el roscón (como en la actualidad) y el segundo corresponde a Ben Quzman, poeta andalusí, quien en su “Cancionero” explica una tradición similar con una torta (hallón o hallullo, vocablo que permanece en Granada) en el año nuevo, que contenía una moneda.

En el sur de Francia, se elabora el “Gâteau des rois” también llamado “Couronne des rois”, “Royaume des rois” y “Coque des rois” (en occitano : reialme, reiaume, corona, tortèl dels reis), que es idéntica al roscón, y la “Galette des Rois”, propia del norte del país, que se hace con masa de hojaldre y se puede rellenar con una crema a base de almendras molidas, azúcar, algo de mantequilla y yema de huevo.

El pastel que se hace en los países hispanos tiene forma de rosca, e imita más o menos una corona real, cubierto de frutas escarchadas, que semejan las joyas de la corona, y que tenía escondida en su interior una pequeña sorpresa, a veces de gran lujo y valor.

La tradición se acabó importando también a América, aunque no arraigó con idéntica fuerza. En México es costumbre en muchos sitios merendar la rosca de Reyes con chocolate caliente o con atole, además de adornarla con miel y frutos del desierto, como dátiles, higos y franjas de una pasta dulce formada por manteca, azúcar y harina. En Colombia, el roscón se vende durante todos los días del año en las panaderías. Suele tener por relleno jalea de guayaba.

De aquí o de allí. Con relleno o sin él. Mojado en chocolate o a palo seco. Disfruten de la infancia por una tarde y una mañana y coman sin pudor esta delicia que únicamente podemos disfrutar en España durante unos días del año.