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Hoy, comenzamos a vivir el cuarto día de encierro domiciliario. Que no es un día sólo, sino que abarca hasta el fin de la cuarentena.
Por ello, debemos de estar preparado psicológicamente para resistir y pensar que esta pandemia nos da la oportunidad de dar un paso de gigante en nuestra condición humana.
En estos días nos sentirnos iguales ante el miedo real o imaginario, arraigado en nuestro impulso de supervivencia, sin poderlo borrar con los datos de infestados, muertos y recuperados que nos ofrecen.
Nos sentimos iguales ante la confusión creada por opiniones sanitarias divergentes.
Nos sentimos iguales ante la dificultad para gestionar bien la magnitud de las noticias Preocupados, incrédulos y escépticos a veces.
Nos sentimos iguales cuando nos reímos viendo uno de los muchos vídeos que nos envían al movil, cargados de creatividad, imaginación y gracia. ¡Mira, mira, qué gracia tienen...!.
Ahora, cuando somos iguales también en el aislamiento social y tenemos tiempo de mirarnos por dentro a nosotros mismos.
Es una magnífica oportunidad de vaciar nuestro corazón de estupidez, de vanidad y de ruido.
El momento de darnos cuenta de que somos menos poderoso de lo que pensábamos, que sólo somos peregrinos de una vida temporal.
El cuarto día comienza hoy. Seamos fuertes. Sigamos en casa. Aprendamos a vivir 24 horas en familia.
Aprovecha el tiempo para leer, cocinar, jugar con tus hijos, conocer mejor a tu pareja. Y poder decir, aunque sea de guasa: “Después de tres días, seguidos con mi mujer, he descubierto que es simpática...”
El cuarto día nos debe hacer más fuerte, aunque sea para que tu mujer, harto de ti, de tus nervios e impaciencia no te diga: “Déjame tranquila. Vete a la calle que yo pago la multa...”.
En serio, muy en serio. El cuarto día lo tenemos que pasar en casa, como nos han ordenado.
No te preguntes “que pueden hacer por mi”, sino “que puedo hacer yo por los demás”. Ya sabes la respuesta: ¡QUÉDATE EN CASA!.