El dichoso Halloween

¿Quien no preferiría, un huesesito de santo de los de toda la vida, antes que tanta chuchería y tanta porquería como se ven ahora?

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Cuando por fin llegan los primeros fríos, y las chimeneas empiezan a encenderse, el calendario litúrgico nos trae nuestras tradicionales fiestas de todos los santos y de los fieles difuntos, (“tosantos”), y así también, nos vuelve de forma machacona, desde hace ya no pocos años, el dichoso “halloween”, que aunque según parece pudiera tener sus orígenes en países como Irlanda, aquí nos llega sin duda por influencia americana, de los Estados Unidos.

Luchar contra estas cosas creo que es harto difícil; la fuerza arrolladora de las películas, series, canciones, redes sociales, etc… de factura americana, se nos muestra imbatible. Y no es que tenga yo nada en contra de lo que nos llega de los Estados Unidos, incluso admiro muchas cosas de esa gran nación. Pero en el caso de halloween, como muchas otras cosas que nos llegan por importación extranjera, (en definitiva, que las copiamos), al final nos llegan deformadas, distorsionadas, y nos quedamos con lo peor y más ordinario de la dichosa fiestecita… como los petardazos, huevos estallados en nuestras viviendas, harina por los suelos… y otras cosas por el estilo, que no dejan de ser una ordinariez e incluso una falta de educación, que perturban el merecido descanso de los vecinos, y que no encuentran justificación alguna.

Cierto es que podrían hacerse, y hay quien insiste mucho en ello, otras consideraciones más profundas, relativas a que si al apuntarse a esta fiesta, pudiéramos estar dando culto a la muerte, o esconder ciertas prácticas diabólicas, que chocarían con nuestra religión y creencias. Yo ahí tengo mis dudas, y casi prefiero no entrar, pues me cuesta creer que existan ese tipo de motivaciones, en quienes se apuntan a la fiestecita, y creo sinceramente que en la mayoría de los casos, no hay maldad alguna en esos niños, que se echan a las calles disfrazados, con el rollo de los caramelos y del “truco o trato”, y que lo hacen sólo por mera inercia, o por seguir la moda imperante.

Pero al pensar en esto, lo que sí me produce cierta pena, es ver cómo estamos perdiendo tradiciones mucho más nuestras, y desde luego más agradables, que vienen a mi memoria y que eran propias de estas fechas. ¿Quien no preferiría, un “huesesito de santo” de los de toda la vida, de esos tan ricos que comprábamos en “Los Ángeles” de la calle Concepción, o esas castañas asadas, recién hechas, calentitas, tan ricas, que podemos comprar en cualquier esquina, o que hacemos nosotros mismos en las ascuas de la candela, antes que tanta chuchería y tanta porquería como se ven ahora? Incluso como juego de niños, en vez de tanto disfraz hortera y que parece que los hacen en serie (brujas, fantasmas…), y salir a hacer gamberradas, yo recuerdo que cuando era niño, en mi pueblo, cuando llegaban estas fechas, me faltaba tiempo para pedirle a mi tía Fátima, que era la que siempre se prestaba al asunto, para que me ayudara con un melón, que vaciábamos por dentro, le cortábamos unos trocitos para hacerle ojos, nariz y boca, dándole forma de graciosa cara, le poníamos dentro una velita encendida, y colgándolo de una cuerdecilla, íbamos por las calles pasándolo de rechupete…. Cosas mucho más sencillas y propias de nuestra tradición patria.

Y lo que desde luego no debemos perder, es nuestra sana y piadosa costumbre, de acudir a los camposantos, a rezar por nuestros familiares y amigos difuntos, que es lo que corresponde hacer en estos días.

Pero en fin, como antes decía, esto es una batalla perdida, y contra las modas imperantes, poco podemos hacer. O sí… al menos recordar otros tiempos, y que nuestros jóvenes, sepan que no han descubierto nada, o que mis coetáneos y amables lectores, puedan disfrutar, recordando lo que hacíamos en nuestra infancia (que de eso tampoco hace tanto). Y es que vamos degenerando….

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