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Ayer, Punta Umbria estaba, como gran parte de Andalucia, en alerta amarilla por lluvia o tormenta.
En Punta, la alerta no saltó hasta el mediodía, cuando escuchamos el primer trueno del día y las hojas de los arboles comenzaron a cimbrearse con el fuerte viento desatado.
Los truenos y el viento anunciaban la llegada inminente de la lluvia. A las tres y media ya estaba con nosotros.
Me encontraba en la habitación, donde ahora mismo escribo, cuando las gotas de agua chocaban contra los cristales. Lo hacían con mucha fuerza, casi de forma violenta.
Me acerqué al ventanal e hice la foto ilustrativa. Al ver la imagen, pensé en escribir, hoy, sobre la lluvia del verano.
Al escampar y salir el sol, recibí la siguiente invitación de José Luis Gómez (actor): “¿Te apetece, a las siete y media, tomar en mi casa un té moruno con hierbabuena?”.
Por supuesto, allí estaré -le contesté-. Vive casi en primera línea de playa y tenía la oportunidad de acercarme el mar en el día lluvia.
Me fui unos minutos antes y bajé hasta la orilla. El mar parecía más inmenso, profundo y bello. Las olas resultaban peligrosas.
No era el momento de bañarse, sino de contemplar la grandiosidad del mar inexplicable y profundo (imagen).
Haciendo un símil del día de ayer con nuestra vida, veríamos como un día perfecto puede ser soleado y también lluvioso, depende de la actitud.
“La vida es el fuego que arde y el sol que da luz. La vida es el viento y la lluvia y el trueno en el cielo” (Seneca). Es decir, sin el sol no habría vida, pero tampoco sin la lluvia.
Ayer, cuando me acerqué a la orilla, las nubes flotaban en el cielo del mar, no para traer agua, sino para agregar color a una suave y tímida puesta de sol (imagen ilustrativa).
En Punta Umbria llovió poco, pero en Andalucia la lluvia fue oro, especialmente en Sierra Bermeja (Málaga, donde sirvió para apagar el fuego.
La lluvia de verano limpia de repente la tierra y el aire. Llena los pantanos y riega los campos sedientos de Andalucia. ¡BUENAS TARDES!.