"Perdí la apuesta"

por Pedro Rodríguez

Rodri

Pedro Rodríguez González

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

A las siete y media de la mañana pregunté a Carmen: “¿Qué tiempo hará hoy...?”. Abrió el movil y me lo enseñó: “Mira lo que pone aquí, llueve seguro. A las once hay un cien por cien de posibilidades de lluvia fuerte, a las doce, a la una...”.

Le repliqué: “Aunque ahí ponga eso, me hago una apuesta de que no llueve ”.

Mi postura no tenía ninguna base, solo era un pensamiento positivo en la dirección de mis deseos e intereses.

La lluvia, simplemente era un obstáculo para mi, obligado a salir a la calle, con chaqueta y corbata, a hacer gestiones inevitables.

Por eso, cuando, a las diez y media de la mañana, Huelva se oscurecía y las nubes negras descargaban una espectacular tromba de agua exclamé: “¡He perdido la apuesta!”.

Las dos personas, con quiénes estaba encerrados en un coche, no entendían mi expresión y me preguntaban: “¿Con quién la has perdido...?”. Con Carmen, mi mujer -les respondí-. “¿Qué te has apostado?”. Nada en concreto, solo el gusto de llevar, o no, razón sobre las predicciones meteorológicas,

“COLOR ESPERANZA”

Mientras les contaba la historia a mis dos amigos dejó de llover, y, en cuestión de minutos, la luz empezó a llegar al cielo, las nubes a blanquearse y por la ría a aparecer algún tramo de cielo azul contento de Huelva.

Esa sería la tónica del fascinante día de ayer, en el que la cambiante metereología nos regaló distintos colores de las nubes.

En resumen: al amanecer del día, el móvil y el lenguaje de las nubes negras anunciaban la llegada de un frente de lluvias que descargó, durante unos minutos, para hacerme perder la apuesta.

En ese momento, no creas que me enfadé, afronté la situación de forma positiva. Recordando que: “Por cada minuto que estés enfadado pierdes 60 segundos de felicidad”

Lo bueno de ser optimista es que, cuando las cosas no salen bien, uno está seguro de que van a mejorar. Cómo así fue.

En una regata en el mar,, el pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista apuesta por las velas.

La lluvia de la mañana me hizo perder la apuesta. Pero, mi ser optimista me ayudó a confiar en la mejoría del tiempo, y mi otro ser realista, me permitió navegar durante el día con las velas verdes, color esperanza. ¡BUENAS TARDES!

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