Madrid - Publicado el - Actualizado
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Ayer fui al entierro-funeral de mi amigo, Joaquín, “el Peregrino”. Había algo más de un centenar de personas.
Sus nueve hermanos, con sus hijos, familiares, amigos, representantes de la Hermandad del Rocio de Huelva y relevantes peregrinos, compañeros suyo del camino.
Lo importante no era la cantidad, sino la calidad de las emociones y sentimientos presentes. Una realidad distinta a la mostrada por el oficiante, en su homilía, quien sólo citó dos veces el nombre de Joaquín, y no dijo ni una palabra de los valores del fallecido.
Pero al igual que no me importaba la cantidad, tampoco la homilía del funeral, porque me bastaba con la autenticidad del dolor y la tristeza que había en la capilla.
En mi vida he asistido a muchos tipos de entierros, desde funerales de Estado, gente muy influyente, o de personas buenas y sencillas, como el de ayer. Y no todos han sido iguales, ni mucho menos.
Algunas de las exequias suntuosas están pensadas más para satisfacer la vanidad de los vivos, pues a los muertos no les importa como son sus funerales.
Escribo el BD sobre el funeral religioso de ayer, sin olvidarme del “funeral civil” de las redes sociales, convertidas en autentico muro de tristeza, lamentaciones y pesares por la muerte de Joaquín, “el Peregrino”.
El BD de ayer sobre la muerte de Joaquin ha batido todos los récords de los nueve años que me asomo a esta ventana, cada mañana ( casi dos mil entradas directas entre Me Gusta, comentarios y compartidos... y no sé cuántos miles de personas más que lo habrán leído ).
Me pregunto: ¿Qué puede tener Joaquin para concitar tanto interés y aprecio?. Quizá, la respuesta pueda estar en que: “La vida y la sociedad abraza y salva a quien hace feliz a los demás”
En su currículum había luces y sombras, como cualquiera. Los seres humanos solemos equivocarnos. Es parte de la vida.
Pero él encarnaba dos valores esenciales del ser humano: la humildad y la generosidad, desplegada en el camino del Rocio.
La generosidad de ayudar al Carrero, conduciendo los mulos, de la carroza del Simpecado, para llegar bien a la aldea.
La humildad, reflejada de la Virgen, de subirse a un tractor y repartir a los demás la felicidad en botellas frescas de agua, el bien más preciado por los sedientos Peregrinos.
Por ello, Joaquin, era muy popular y querido en la Hermandad. Él vivía a su manera. Y así entregaba su amor. “Nunca juzgaba, ni hablaba mal de nadie” (Juan Ferrer, ex- presidente de la Hermandad del Rocio).
Al terminar la misa- funeral, fui con mi mujer a abrazar a sus hermanos. Al besar a la hermana más pequeña, que lloraba desconsoladamente de pena, le dijo a Carmen: “Se ha muerto mi maestro...”.
Uno de los últimos comentarios del BD de ayer es de una paisana suya, de Villalba del Alcor: ¡¡Madre mía...no sabía yo que Joaquin era tan querido en Huelva!!.
Pues si, amiga, lo era. Y, en su Hermandad del Rocio de Huelva, nunca lo olvidarán. ¡Buenas tardes!