Ad libitum, con Javier Pereda

Hoy: Goya

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Hoy: Goya

Redacción COPE Jaén

Jaén - Publicado el

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La gala de los premios Goya celebrada el pasado sábado en Granada —dejó más de 84 millones de euros— ha sorprendido gratamente. Las dos películas ganadoras, “El 47” y “La infiltrada”, “ex aequo”, empate histórico inédito, están basadas en hechos reales. La primera narra la historia de los inmigrantes extremeños y andaluces en la Barcelona de los años 60 y 70. Se asentaron en chabolas construidas por ellos, en las periferias de la ciudad, en busca de un futuro mejor. El barrio barcelonés Torre Baró, carecía de luz, agua, alcantarillado, caminos asfaltados, equipamientos, transporte público, sanidad y escuelas. Manuel Vital, conductor de autobuses, interpretado por Eduard Fernández, realizó esfuerzos ímprobos con el ayuntamiento para que la línea de autobús 47, pasara por este enclave deprimido. Ante las negativas de las autoridades municipales, desesperado, se dispone a “armarla”. Secuestra el autobús que él conduce, en un acto de desobediencia civil y de protesta, para demostrar que, pese a la pronunciada cuesta, podía acceder al barrio. Transmite un mensaje heroico de lucha vecinal, de personas que tuvieron que abandonar el lugar donde nacieron, aprender otra lengua y adaptarse a costumbres distintas. Sólo pedían un mínimo de dignidad humana, que, para cualquier persona, con independencia de su orientación política, parece lo justo. En la película había algo que no cuadraba. Estos emigrantes del extrarradio barcelonés, veían rechazadas sistemáticamente sus razonables pretensiones por otros inmigrantes, la guardia civil y policía, pese a la condescendencia de los alcaldes del entonces régimen franquista: Porcioles, Masó, Viola y Socías. En mi opinión, el relato omite la principal causa de discriminación de estos humildes trabajadores: el nacionalismo xenófobo hacia los denominados charnegos en Cataluña. Siempre han impuesto la lengua catalana en el sistema educativo y mediático. El catalán no lo hablaban por amor, como pretende edulcorar la película. Algo tendrá que ver el productor de la cinta, el multimillonario marxista-nacionalista Jaume Roures, propietario de “Mediapro”. Entonces, la situación política en 1979 era de un

gobierno con Narcís Serra de alcalde, y el “Pacto del Progreso”: PSC-PSOE, PSUC, CiU y ERC. “La infiltrada” es un vibrante “thriller” —hoy se estrena en las plataformas de televisión— que cuenta la historia de una policía que arriesga su vida al introducirse dentro de la organización marxista-leninista ETA. La productora, María Luisa Gutiérrez, se ha infiltrado en los premios de la Academia del Cine tras recibir el “cabezón”, dejando desconcertados a quienes se consideran con la superioridad moral y cultural. Nacida en Guadalajara hace 52 años, madre de cuatro hijos, sorprendió con un discurso “trending topic”, que reivindicó la familia, la memoria de las víctimas del terrorismo, la libertad de expresión y el esfuerzo. En estas galas acostumbrados a discursos “woke” y a lo políticamente correcto. Allí se contemplaba a Antonio Banderas atónito, que no salía de su asombro. Su intervención destacó por un discurso despolitizado y cargado de sentido común. María Luisa está vinculada al cineasta Santiago Segura, como agente y directora de comunicación, durante más de 25 años. Recién diplomada en Empresariales por la Universidad Complutense y tras realizar el Máster de Dirección General del IESE. Entre sus producciones más conocidas figuran las cuatro últimas sagas de “Torrente” y la serie de películas “Padre no hay más que uno”. En plena polémica con los “tuits” de Karla Sofía Gascón, la interviniente pronunció de forma inesperada un alegato en favor de la democracia, que se basa en libertad de expresión: “aunque yo esté en las antípodas de lo que piensas, tú tienes el derecho a decir lo que quieras”. Homenajeó a las víctimas del terrorismo, compartiendo el premio no sólo con la Fundación Víctimas del Terrorismo o Covite, sino con quienes han sufrido la violencia de la banda armada. En especial a Gregorio Ordóñez, concejal de San Sebastián, que fue asesinado hace 30 años. No tuvo complejo alguno, ni ante un auditorio repleto de artistas ni ante la presencia del presidente Sánchez, de limitarse a una visión hemipléjica de la historia. “Porque la memoria histórica también está para la memoria reciente de este país”. Esperemos que no sea un espejismo lo que acaba de acontecer en los premios Goya, en la tierra

de García Lorca, y sirva para democratizar y despolitizar la cultura cinematográfica. Contar historias buenas y bellas, que reflejen la verdad, supone un auténtico servicio al bien común.

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