Ad líbitum, con Javier Pereda

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Ad líbitum, con Javier Pereda
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Ad líbitum, con Javier Pereda

Redacción COPE Jaén

Jaén - Publicado el

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El paraíso interior de Jaén ofrece lugares maravillosos para recorrer en bicicleta. El sábado pasado tuve la oportunidad de repetir una ruta ciclista de 126 kilómetros, con un desnivel de 2.000 metros, durante seis horas y media. El objetivo era llegar a la ciudad de Baeza. A las 9.30 de la mañana inicié la aventura, en modo circunnavegación Magallanes-Elcano, con una bicicleta de montaña, pero con ruedas para la carretera. Unas leves gotas de lluvia amenazaban la excursión, en contra de las previsiones del tiempo; según el dicho popular: “cuando Jabalcuz tiene montera, llueve quiera o no quiera”. Desde la Reja de la Virgen de la Capilla, encomendando el viaje a su protección, comencé las primeras pedaladas; en pantalón corto, guantes, tres capas de abrigo y con unos frutos secos. El termómetro de la Puerta Barrera marcaba 9 grados, sin apenas viento y el cielo nublado. Con la emoción del momento, bajé la Avenida de Madrid hacia la rotonda de HO Ciudad de Jaén. A la izquierda, las antiguas instalaciones de la recordada empresa de embutidos de la familia Molina. Por la N-316, con la industria láctea Levasa a la derecha y el Centro Penitenciario a la izquierda, llegué al cruce de Las Infantas. Allí se alza la torre de la iglesia, y al cruzar el río Gudalbullón, a ambos lados de la carretera JA-3100, se contemplan los verdes sembrados de olivar, algodón, maíz, cebada, remolacha, espárragos y ajos. Rumbo a Villargordo, entre subidas y bajadas, resuena el estruendo de las motosierras que sanean las ramas de olivar. En lo alto de un cerro, sobresale la ermita de Santa Ana, donde se venera al patrón de los villargordeños, el Santo Cristo de la Salud, una talla barroca de gran devoción. Por la A-6000, avanzamos hacia Torrequebradilla, donde, tras campos de garbanzos, espinacas y espárragos, asoma medio derruida y en rehabilitación, la Casa Palacio de los Condes de Torralba, declarada Bien de Interés Cultural. Apenas llevamos la cuarta parte del trayecto. Camino al Puente del Obispo, atravesamos tres pueblos de colonización: Vados de Torralba, Campillos del Río, a la izquierda, y Sotogordo, a la derecha, junto a la Reserva Natural Laguna Grande.

En estos pequeños municipios se distinguen las torres de sus iglesias. Se oye el rugir del Guadalquivir al pasar por el emblemático puente que el prelado don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, mandó construir en 1508 a Pedro de Mazuecos, para poder transitar ante las crecidas fluviales. En el puente figura la inscripción gótica de cantería: “Se concede a aquellos que pasaren y rezaren una Ave María, cuarenta días de Perdón”. Una nimiedad con la indulgencia plenaria que se puede ganar en este Año Jubilar. Con los 50 kilómetros recorridos, toca afrontar los diez kilómetros de La Loma, con un desnivel del 7%, hasta alcanzar la imponente Catedral de Baeza. Allí me esperaba mi amigo Toto, que había aprovechado el puente de Andalucía para hacer un curso en el palacio Rubín de Ceballos, junto a la sede Antonio Machado de la UNIA, en el Palacio de Jabalquinto. La ciudad estaba llena de turistas. Hidratación, descanso, ingesta de hidratos de carbono, algunas fotos, para acto seguido emprender el camino de regreso, por un itinerario diferente. Desde Biatia, nombre de la ciudad en época romana, descendí al Gudalquivir por la A-6102, hasta llegar al puente Mazuecos, atribuido a Andrés de Vandelvira. Luego comienza la subida por la comarcal A-6104 hasta Jimena, en plena sierra Mágina, conquistado por Fernando III el Santo; con la pena de no poder visitar a su patrona, Nuestra Señora de los Remedios, por estar cerrada la iglesia. De Jimena a Mancha Real por la A-320, pasando por Torres, las constantes subidas y bajadas dificultaban la cadencia del pedaleo; lo que en el argot ciclista se llama “rompepiernas”. Allí, en la portada de la iglesia de San Juan Evangelista, la distancia recorrida era de cien kilómetros. Era obligado visitar Pegalajar, con subida hasta las “Siete Pilillas”, saludo a la Virgen de las Nieves y comprobar la poca agua de la Charca. De allí, bajada y subida camino a La Guardia, la “Mentesa Bastia” de Plinio, un reencuentro con el arquitecto renacentista en el Convento de Santo Domingo, para disfrutar del geoestratégico Castillo, enclave fronterizo entre Castilla y Granada. Finalmente, llegada a Jaén. “Cursum consummavi”.

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