Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Las vacunas

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Jueves de vacuna en mi Instituto. Casi todos los profesores recibieron el pinchazo. Quedamos excluidos los mayores de cincuenta y cinco años y quienes ya habíamos pasado la enfermedad. Los responsables del ambulatorio de Mancha Real lo organizaron de fábula. Bajaron ellos a nuestro centro y con diligencia y profesionalidad en menos de una hora habían despachado casi cincuenta vacunas sin ninguna incidencia.

Los inoculados entraban en la biblioteca, convertida en improvisado centro de vacunación, expectantes e ilusionados. “No me ha dolido”. “¿Ya está?”. La jornada transcurrió tranquila hasta que llegó la noche, momento en el que los efectos secundarios hicieron acto de presencia: fiebre, malestar general, dolor de huesos, … Sin embargo, me consta que nadie se ha arrepentido y dan por buena la penitencia. Consideran que su salud individual y la contribución a la inmunidad global merecen el sufrimiento.

Menos mal que el viernes era día no lectivo en Mancha Real y el funcionamiento del Instituto no se resintió. Imagínense el caos si hubiera faltado, justificadamente, la mitad de los profesores. Este supuesto me ha llevado a plantearme algunas cuestiones que a los gobernantes se les escapan por negligencia, incompetencia o comodidad.

Por ejemplo, ¿no debería haberse previsto que la vacunación de los profesores se efectuara en viernes para evitar disfunciones? Otrosí, ¿cómo es posible quepara los funcionarios, y máxime para los docentes que están en contacto con mucha gente, no sea obligatoria la vacuna? Este Estado garantista que a veces padecemos no se atreve a legislar la obligatoriedad de la vacunación. El interés general debería prevalecer por encima de los derechos individuales. Pero entonces tendríamos gobiernos que asumen sus responsabilidades, sin importarles la cuota de impopularidad inherente.

No hay tampoco una información transparente de quiénes y cuándo se están vacunando. Sería deseable un calendario público, por más que estuviera sujeto a modificaciones, para que el personal supiera cuándo es llegado su momento. Hay quejas de los jubilados de MUFACE porque están siendo pospuestos. No quiero creer, como se comenta por la calle, que ha habido un problema informático de trasvase de datos que ha impedido la vacunación de algunas personas a quienes ya les debería haber tocado. Es tiempo de gestores. Constato que lamentablemente el procedimiento no está a la altura de lo demandado.

La COVID no entiende de ideologías, disputas de partidos, declaraciones o propaganda. Requiere pulso firme e ideas claras. Precisamente por eso se están quedando con los virus al aire.

Palabras, divinas palabras.

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