Las Divinas Palabras de Ernesto Medina. Hoy: Los paisajes del olivar

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Redacción COPE Jaén

Jaén - Publicado el - Actualizado

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Quizá mis padres supieran que la historia era apócrifa. Sin embargo, su orgulloso corazón giennense se la relataba a los forasteros que al visitar Jaén se admiraban de que los campos parecía jardines versallescos, alineados los árboles, sin hierba en las camadas.

“Avanzaban hacia Andalucía los Cien Mil Hijos de San Luis para acabar con el régimen liberal en España. Al llegar a Despeñaperros y siendo el amanecer el Duque de Angulema, general en jefe del ejército absolutista, atónito frente a la belleza del paisaje de olivos que se extendía por todo el valle del Guadalquivir, ordenó detener la marcha con el fin de que los soldados presentaran armas ante aquel asombro”.

Un mar de olivos. Que en los últimos lustros ha aumentado su policromía pues en muchas fincas se deja crecer la hierba para fijar el terreno y que la propia vegetación aporte los fosfatos al árbol. Hileras infinitas impregnan a quien las contempla de serenidad y sentimiento de trascendencia. El mayor bosque artificial del mundo.

Razones suficientes para que, hace un decenio, la Diputación Provincial incoase un expediente en el que solicitaba que “Los paisajes del olivar” fuesen declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO. Sobraban los méritos. También parecían incuestionables las ventajas económicas, de promoción, turísticas. Respaldaban la solicitud las diputaciones de Jaén -impulsora del proyecto-, Granada, Málaga, Córdoba y Sevilla. Las universidades correspondientes de cada provincia. Organizaciones agrarias. Fundaciones públicas y privadas. Era la candidatura que España presentaría a la asamblea de la institución que se celebrará en 2025.

Sin embargo, como sucede con tantas iniciativas en nuestra provincia, se ha malogrado. La oposición de 8.500 agricultores y de alguna asociación agraria ha conseguido que la Diputación de Jaén retire el expediente. Me asombra que a lo largo de diez años no se haya podido convencer a los recalcitrantes sobre las bondades y ventajas de convertir los paisajes del olivar en Patrimonio de la Humanidad. Ni pensar quiero que hayan existido rivalidades y zancadillas políticas ante una iniciativa socialista que era para el beneficio común. Sea como fuere, el santo sin vestir o, si lo prefieren con metáfora olivarera, la oliva sin que le hayan quitado las pestugas.

Leeremos un día en la prensa que a otros más listos les fue concedida la distinción. Que andan tan felices. Nosotros, con cara de gilipollas, seguiremos contando añejas hermosas historias porque el presente lo perdimos al dejar que la aceituna se atrojase.

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