OPINIÓN

Ad Libitum con Javier Pereda. Hoy: Oh, Jerusalén

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Para entender el actual conflicto palestino-israelí habría que remontarse tres mil años, y seguir la trayectoria del pueblo judío en Tierra Santa. En Canaán tuvo origen el alfabeto egipcio y las tres religiones abrahámicas monoteístas. Según la Torá (para los cristianos el Pentateuco o cinco primeros libros de la Biblia) esta fue la tierra prometida por Yahveh a los tres patriarcas del pueblo judío. Los descendientes de Jacob (nieto de Abraham) se denominaron hijos de Israel. Los reinos de Israel y Judá fueron gobernados por Saúl, David y Salomón.

Después del exilio babilónico el pueblo de Israel solo tuvo independencia durante la dinastía asmonea (Macabeos); en la primera rebelión contra el imperio romano; y en la rebelión de Bar Kojba contra la Judea romana del emperador Adriano (132-136 a.C.), que pasó a llamarse Siria Palestina. Palestina fue dominada primero por Bizancio (639) y después por la dinastía musulmana Omeya (750) y el califato Abasí (1258). Entre medias los cruzados conquistarían Jerusalén (1099), hasta que el sultán Saladino la incorporó a la dinastía ayubí (1187), y posteriormente al dominio de los Mamelucos. Durante cuatro siglos (1517-1917) el imperio otomano ejerce su soberanía. La dispersión o diáspora del pueblo judío de su lugar de procedencia originaria ha sido una constante durante toda su historia; hasta que en 1881 se produce el movimiento de inmigración hebrea conocida como “Aliyá”. Theodor Herzl, el padre fundador del sionismo, creó en 1909 “Degania”, el “kibutz” (comuna agrícola judía).

La Declaración de Balfour (1917), primer ministro británico, proponía una patria Palestina para los judíos. La emigración judía entre 1919-1929 suscitó el recelo árabe contra el pueblo hebreo con la Matanza de Hebrón. Durante el mandato británico de la Sociedad de Naciones en Palestina se crea “Hagana”, una organización de defensa judía. Con el avance del nazismo y el Holocausto en 1933 se intensifica la inmigración judía procedentes de Europa y de la URSS (“refuseniks”). La ONU entendió que, con la división de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, los conflictos se resolverían. Así el 14 de mayo de 1948, el primer ministro israelí, Ben Gurión, proclama en Tel Aviv la independencia del Estado de Israel. Dominique Lapierre y Larry Collins relatan en “Oh, Jerusalén” este decisivo acontecimiento. También puede ayudar a entender el estatus de Jerusalén —“corpus separatum”— el estreno de este fin de semana: “Tierra Santa. El último peregrino” (Goya Producciones), en multicines La Loma.

Es revelador que, al día siguiente de la independencia del Estado de Israel, los países limítrofes: Líbano, Siria, Jordania, Egipto y Arabia Saudí (Liga Árabe), le declararan la guerra. Ésta nunca ha terminado: la guerra del Sinaí de 1956, la de los Seis días en 1967 y la de Yom Kipur en 1973. En ellas, Israel luchaba para que Egipto desbloqueara el canal de Suez y el tránsito al mar Rojo por el estrecho de Tirán; o en los Altos del Golán (Siria), hasta alcanzar acuerdos de paz de Camp David. Como ha sucedido a lo largo de la historia, el Estado de Israel —única democracia en Oriente Medio—, pretende defenderse de los cerca de cuatro mil misiles lanzados desde la Franja de Gaza por el grupo terrorista Hamás. Si no fuera por las inversiones del Gobierno israelí en materia de inteligencia y los medios sofisticados para desactivar los misiles (cada misil cuesta entre 40.000 y 80.000 dólares): la Cúpula de Hierro, los israelitas estarían en el mar Mediterráneo o en el mar Rojo (con peor final que con Moisés). Los terroristas, con el apoyo de Teherán, quieren desviar la atención para que los israelíes no interfieran en el programa nuclear iraní.

Algunos medios de comunicación occidentales pretenden manipular a la opinión pública, criticando la desproporción de los ataques hebreos con víctimas civiles y de niños. Sin embargo, cuando los terroristas dejen de utilizar edificios civiles y escuelas como escudos humanos (pretenden obtener réditos políticos del victimismo); cuando dejen de lanzar misiles, entonces el Gobierno de Netanyahu cesará el ataque defensivo. La historia se repite y los terroristas de Hamás pretenden una “Solución final para la cuestión judía”, en expresión de Eichmann, al objeto de exterminar a los nueve millones de judíos. La cuestión es que el pueblo elegido lleva toda su existencia preparándose para que la “Shoah” no vuelva a repetirse.

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