OPINIÓN

Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: “Remojadero del pescado”

A la entrada de la Judería, próxima a la plaza de los Huérfanos, allí donde enfila la cuesta de San Andrés hay una calle de nombre curioso, “Remojadero del pescado”...

Ernesto Medina
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Archjivo

Divinas Palabras

Antonio Agudo

Jaén - Publicado el

2 min lectura

... Antes de seguir con la historia de esta denominación y dada la cercanía, permítanme, dilectos oyentes, un recuerdo para con Luis Barbero, el artesano fallecido recientemente que tenía un museo de maquetas de monumentos giennenses. Ignoro el destino de este patrimonio, pero antes de que la incuria lo pierda, convendría que el Ayuntamiento o la Diputación se encargaren de los fondos, quizá con destino al Museo de Artes y Costumbre Populares o algún edificio municipal.

En julio de este año el escritor Manuel Rodríguez Arévalo aclaraba el nombre de la vía según la investigación efectuada en su día por el historiador Luis Coronas Tejada. El pescado llegaba a las provincias del interior en salazón para proveer su conservación. En la ciudad de Jaén el monopolio de la venta en el siglo XVII lo tenía el cabildo municipal, que una vez recibida la mercancía lo desalaba para su venta. Había dos locales. El que nos ocupa y otro junto a la Plaza del Pósito, que a falta de que algún erudito lo confirme quizá dé nombre a la calle Pescadería. Vamos, que el bacalao se ponía en remojo. El mismo procedimiento que por Pascua empleamos con las “bacalás” para guisar el encebollado de bacalao. El término “bacalá” lo tengo por muy jaenero, así como la expresión “meter una bacalá” -sinónimo de engaño-, aunque parece que la expresión deriva de vender bacaladillas como si fueren bacalao.

El caso es que con el billete de tren expedido en Jaén regalan dos kilos de sal gorda. El retraso en el viaje a Madrid o a Sevilla puede ser tal que se anima a los viajeros a conservar las viandas mediante salazón. Hasta la fecha RENFE indemnizaba los retrasos con el abono del billete íntegro si llegaba con una demora de más de treinta minutos. A la vista de que la cuenta de resultados de la empresa iba de mal en peor dados los frecuentes retardos e incidencias, se ha ampliado el margen para la indemnización hasta los sesenta minutos. En cuestión de ¡ferrocarriles! y ¡salazones! Jaén sigue en pleno siglo XVII. Tranquilos, no he incurrido en un anacronismo. Ya sé que entonces no había trenes, pero es que ahora tampoco. Y políticos provinciales convertidos en estatuas de sal tenemos para montar un museo. Que sólo sirven para figuritas en el de Luis Barbero.

Palabras, divinas palabras.

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