Las autovías son conquistadas por los conejos

Llamativo estudio, sobre todo por el resultado obtenido, el que han realizado unos expertos de la Universidad de Córdoba y Málaga que refleja como el conejo ha aprovechado los olivos que enmarcan del trazado de las autovías en Andalucía y han logrado crear un “ecosistema” en los taludes que delimitan el asfalto y los han perforado con miles de madrigueras a lo largo de cientos de kilómetros

Según este documento la existencia de olivares junto a las autovías es el elemento esencial para el desarrollo del conejo de monte a lo largo de estas arterias de tráfico en Andalucía, que son utilizadas como corredores de dispersión por esta especie, lo que le ha llevado a tener la consideración de plaga en estas zonas. Así lo afirma este trabajo, un "modelo de favorabilidad" de presencia de madrigueras en las inmediaciones de estas infraestructuras de transporte, realizado por los investigadores Miguel Ángel Farfán y Jesús Oliveros, de la Universidad de Málaga, Rafael Villafuente y Miguel Delibes Mateos, del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA–CSIC), y Carlos Rouco y Luis Arias, de la Universidad de Córdoba.

Los expertos han sometido a estudio un mapa, en el que han constatado la presencia de madrigueras, a lo largo de 1.500 kilómetros de autovías andaluzas, como la A-92, la A-44, la A-4 o la A-45, lo que les ha permitido concretar que los conejos de monte prefieren asentarse en la A-92 en dirección Sevilla–Málaga y la A-44 en dirección Jaén–Granada.

En estos dos trayectos se concentran taludes donde está presente el olivar, los lugares donde el conejo de monte elige con preferencia para situar sus madrigueras, que se censan mediante la aplicación CyberTracker 3.0, que hace posible registrar el punto exacto donde se encuentra y así dibujar el mapa que diseña el "modelo de favorabilidad". Para su descripción se utilizaron 55 indicadores de cada zona, que daban una "favorabilidad" de 0 a 1. La presencia de olivar al borde de la autovía obtuvo un ratio superior a 0.7.

El trabajo permite emprender actuaciones de prevención o de reducción del conejo de monte como plaga y evitar así daños futuros, tanto en la producción agrícola como en sus infraestructuras, al tiempo que posibilita identificar poblaciones potencialmente donadoras para la repoblación de las zonas en las que esta especie está desapareciendo, ya que se está catalogada como "en peligro", según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza