La Asociación Río Aragón dice que el recrecimiento de Yesa con una DANA de 500 l/m² sería una "bomba"

Hace un llamamiento a la reflexión y pide una retirada estratégica a tiempo

Embalse de Yesa

Embalse de Yesa

Paola Bandrés

Jaca - Publicado el

4 min lectura

Desde que el pasado 29 de octubre una DANA, de características especialmente devastadoras, se abatiera sobre gran parte de la Comunidad Valenciana, no dejan de surgir valoraciones sobre la respuesta política, la magnitud de la tragedia y el drama humano generado, con pérdidas millonarias y cientos de víctimas mortales. En este contexto, desde la Asociación Río Aragón "queremos expresar nuestro más sincero apoyo y solidaridad al pueblo valenciano, y, de manera especial, a quienes han perdido a familiares en esta catástrofe", señala en un comunicado.

Sin embargo, además de manifestar nuestra solidaridad, "creemos que ha llegado el momento de abordar de forma decidida las causas de este desastre y, sobre todo, de poner en marcha medidas eficaces que no solo palíen, sino que prevengan la repetición de situaciones similares en el futuro". Para ello, es imprescindible comprender que el clima está cambiando de manera irreversible. Las soluciones que funcionaron en el pasado "ya no son suficientes para afrontar los retos del nuevo ciclo histórico en el que nos encontramos".

En este contexto, resulta inevitable volver la mirada hacia infraestructuras como el recrecimiento de Yesa. Esta obra, que ha sido fuertemente contestada desde su origen por razones medioambientales, económicas y sociales, se ha convertido en "un grave problema de seguridad. Los fenómenos meteorológicos extremos, como las DANAs, aumentan exponencialmente el riesgo asociado a esta infraestructura" subraya.

Cabe recordar que en 2012, como consecuencia de fuertes precipitaciones otoñales, con aportaciones de hasta 115 l/m², se tuvieron que desalojar, expropiar y demoler dos urbanizaciones de Yesa debido a los deslizamientos que afectaron la ladera derecha de la presa, llegando incluso a levantar su cimentación. Desde entonces, los responsables del proyecto han invertido casi 100 millones de euros en intentar estabilizar esas laderas, pero la estabilidad definitiva aún no está garantizada. Además, ahora se están planteando modificaciones en el diseño de los aliviaderos, que también fueron afectados durante aquellos episodios de lluvia.

Hoy, las nuevas DANAs, que han registrado precipitaciones cercanas a los 600 l/m², superan ampliamente las estimaciones previas que, hace apenas unos años, se consideraban razonablemente fiables. Sin embargo, el recrecimiento de Yesa, "una obra planteada bajo criterios obsoletos y respaldada por la prepotencia ingenieril y los intereses económicos de algunos sectores, parece continuar adelante sin una reflexión seria sobre los peligros que conlleva". Más aún cuando se siguen presentando los embalses como la solución clave para el control de avenidas, mientras se desestiman otras medidas más efectivas, como la recuperación de los dominios hidráulicos del río o la limitación de actividades en zonas inundables, que se prevé que serán cada vez más frecuentes debido al cambio climático.

Ante este escenario, "las soluciones basadas en la construcción de infraestructuras de hormigón no son la respuesta adecuada". Es necesario adaptar nuestras actividades humanas a los flujos de la naturaleza cambiante, en lugar de intentar imponer un modelo anticuado que solo puede generar más riesgos. A día de hoy, un embalse de Yesa recrecido y casi lleno, con precipitaciones similares a las registradas en Valencia, y unos aliviaderos con capacidad limitada (que solo podrían desalojar hasta 1.495 m³/sg), podrían haber generado una situación catastrófica, con efectos devastadores aguas abajo de la presa, en el municipio de Sigüés y en otros pueblos cercanos. Este último se vería bajo un muro cuyo diseño sigue generando serias incertidumbres. Además, Sigüés tendría que contar con un sistema de bombas para evacuar los vertidos, sistema que, de no estar operativo o de fallar por falta de energía, podría generar problemas aún no previstos.

Por todo esto, y en nombre de la prudencia, la seguridad y la racionalidad, "exigimos la detención inmediata del irracional recrecimiento de Yesa, una obra propia de un mundo que ya no existe". Negarse a aceptar que el cambio climático ha llegado para quedarse, en lo que al clima y la hidrología se refiere, es correr el riesgo de que, mañana, tengamos que lamentar desgracias similares a las que hoy están padeciendo decenas de pueblos de Aragón, Castilla, Cataluña y, especialmente, la Comunidad Valenciana. Pueblos que, estamos seguros, también deberán reflexionar y corregir los errores cometidos en el diseño de un modelo de ordenación del territorio que ponga en el centro la vida de las personas y no los intereses económicos de unos pocos, concluye.

Como en tantas otras cuestiones derivadas de un desarrollismo desbocado que está llevando al planeta a una situación insostenible, también en Yesa es imperativo realizar una retirada estratégica, antes de que sea demasiado tarde.

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