El oso pone en jaque a los ganaderos del Pirineo: "No dormimos"

La convivencia entre el oso y el ganado es la gran asignatura pendiente

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El oso sigue causando estragos en el Pirineo

Paola Bandrés

Jaca - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El oso pardo estuvo a punto de desaparecer a finales de los años noventa, cuando solo quedaba un pequeño grupo entre Aragón, Navarra y Francia. Para preservar la especie, en 1996 se realizaron las primeras sueltas de ejemplares procedentes de Eslovenia en el Pirineo mediante un programa financiado por la Unión Europea. Con los años se reintrodujeron más animales. A día de hoy, se ha reforzado la especie, pero la convivencia con la ganadería es una asignatura pendiente con una solución que los ganaderos dan por perdida.

Aunque la elección del oso esloveno vino motivada porque las características son similares a las del oso pardo, según el gobierno francés, que ha liderado la reintroducción, lo cierto es que esta especie, tal y como señalan los ganaderos, "es mucho más agresiva y encarnizada".

La ruina para los pastores con rebaños destrozados

Los ataques a los rebaños en el Pirineo Aragonés, sobre todo en la zona del Valle de Ansó, son constantes. Así lo ha denunciado Marco Gastón, que gestiona con su hermano Samuel un rebaño familiar "de toda la vida" en Ansó con 1.500 animales. Un rebaño que, desde el mes de enero, ha perdido una treintena de ovejas por los ataques de uno de los osos eslovenos. En otoño del año pasado perdieron 34 y, seguramente, cuando finalice el año "habremos perdido un centenar", explica Marco.

El último ataque que sufrió su rebaño tuvo lugar la pasada semana. Y no solo hablan de las ovejas muertas a manos del oso, sino de los daños colaterales que el depredador produce al resto del rebaño, como estrés y abortos. En definitiva, ocasiona pérdidas irreparables para los profesionales ganaderos y pastores.

Gastón afirma que han llegado "al límite" y que la única solución es "que saquen al oso de aquí" porque "nos está arruinando". A su vez, se ha mostrado contundente al afirmar que "las que están en su sitio son las ovejas, no el oso" y "yo no tengo que cambiar de vida por decisiones absurdas que no tienen sentido porque, además, esta medida va en contra de los intereses ecológicos".

Marco siente que le han arrebatado su protagonismo como pastor, una figura que cuida del medio natural, lo protege y se gana la vida con ello. "Ahora nos dicen hasta dónde tenemos que cortar un seto".

Noches de guardia

"No dormimos porque estamos pendientes constantemente de si las ovejas se mueven o no se mueven del sitio". Los animales están controlados y Marco sabe muy bien cuándo aparece el oso y cuándo está atacando. Su vida es un continuo estrés y el desasosiego que sufrimos "es muy difícil de explicar".

En cuanto a la compensación por los ataques, "solo dan una indemnización por cada animal que encontramos muerto con signos evidentes de ataque", explica. Todos los daños colaterales no se ven compensados y para nosotros es una "humillación". Marco se ve incapaz de poner precio a una sola de sus ovejas "por el esfuerzo y dedicación que pongo por mi vida y mi trabajo". En cualquier caso, la solución no es una compensación económica porque no aborda el problema real.


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