Si te molesta oír a alguien masticar, puede que padezcas esta enfermedad: Va a peor
Hay sonidos como el de alguien respirando fuerte, alguien sorbiendo líquidos o el de alguien crujiéndose los dedos que pueden poner de los nervios a las personas que padecen esta enfermedad
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Todo el día estamos oyendo cosas. Ya sea la alarma del móvil para despertarnos, el bullicio en el transporte público y la calle de camino al trabajo, el trajín en la oficina o la película que nos ponemos para desconectar antes de dormir. Sin embargo, no todos los sonidos son agradables.
En función de los que escuchamos, nuestra respuesta tanto física como emocional será una u otra. Reaccionaremos en un abanico que va desde la alegría y lo agradable hasta lo triste o irritante, siempre teniendo en cuenta que cada uno interpretaremos el estímulo de una manera concreta.
Esto llega a su punto máximo con la misofonía, que no es otra cosa que la afección de algunas personas que les hace tener una sensibilidad extrema a determinados sonidos. Así lo explica el Instituto de Misofonía, que hace especial hincapié en que no es un problema de volumen de los sonidos, sino de la respuesta emocional a determinados estímulos sonoros.
¿Qué la causa?
Los expertos explican que, al principio, estos sonidos los emiten individuos específicos, pero terminan extendiéndose a otras personas y otros sonidos. Por ejemplo, nos puede molestar el ruido que hace al masticar un amigo, pero el ruido que hace nuestro padre al comer se convierte en una reacción demasiado irritante.
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Esta respuesta es un reflejo físico y emocional que activa el sonido en el sistema nervioso autónomo y el sistema límbico. Como si de un golpe con un martillo se tratase, la reacción es inmediata.
En muchos casos, este problema surge de la asociación que se hace de determinados sonidos con ciertas condiciones angustiantes, como el estrés o la ansiedad. Cuando ocurren a la vez un sonido concreto con algo desagradable, nuestro cerebro lo enlaza automáticamente, haciéndonos sentir irritados con solo el sonido.
La parte buena de esto tiene que ver con que no es algo innato, sino que se adquiere cuando se dan determinadas condiciones. El problema llega al darnos cuenta de la cantidad de estímulos estresantes a los que podemos estar sometidos a diario.
De hecho, alertan de la posibilidad de que se vayan añadiendo sonidos a la lista de los que no aguantamos a medida que avance el tiempo y no solo esto, sino que la respuesta se vuelva más intensa y desagradable. Esto, como nos podemos imaginar, afecta en gran medida a vida de las personas que la sufren.
¿Cómo me lo puedo tratar?
Por desgracia, todavía no existe ninguna cura definitiva para este problema. Aunque desde el Instituto de Misofonía mantinen la esperanza en nuevos tratamientos con resultados prometedores, como la terapia cognitivo-condectual.
Otro nuevo tratamiento es el que se basa en la hipnoterapia, que consiguió reducir de media un 55% de la gravedad de la misofonía. Se basa en generar una fuerte respuesta tranquilizadora a lo largo de cierto número de sesiones para enseñar al paciente a responder con calma en lugar de con irritación e ira al sonido.
Advierten de que si bien es cierto que se asimila al trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), el tratamiento no puede ser el mismo. En este caso, la persona siente ansiedad por pensamientos que le incitan a llevar a cabo una acción y, cuando la hacen, sienten una satisfacción inmediata. De esta manera, se pretende que resistiendo, la ansiedad vaya disminuyendo y se puede superar la obsesión.
Sin embargo, los expertos coinciden en que este tratamiento no tendría sentido en una persona con misofonía, ya que la respuesta refleja es una conducta refleja involuntaria y el estímulo es externo, no interno, como en el caso de los pensamientos. Así, si castigamos a la persona que se enoja, aumentará la frustración de una persona que ya está intentando calmarse.