Filosofía y Letras reabre y sus estudiantes se ilusionan: “Precioso, por fin tenemos espacio propio"

Tras 5 años cerrada por obras, la emblemática Facultad vuelve a llenarse de vida. Las obras han costado 31 millones de euros y cuentan con instalaciones de última generación

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Ilusión, nervios y mucha curiosidad: Nos adentramos en el nuevo edificio de Filosofía y Letras

Marta López

Zaragoza - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

La nueva Facultad de Filosofía y Letras ha abierto este lunes sus puertas en el campus de San Francisco de Zaragoza. Tras 5 años cerrada por obras y 31 millones de euros de inversión, este edificio emblemático vuelve a acoger a sus estudiantes, que han curioseado las instalaciones con mucha ilusión.

De momento, han vuelto a la actividad 26 aulas. Está previsto que el resto se vayan incorporando a lo largo del mes de febrero. Pero quienes ya han tenido la oportunidad de entrar en las nuevas instalaciones, estaban entusiasmados.

Ante la clásica escalinata de la entrada, algunos echaban la vista arriba para contemplar el imponente edificio de 20.000 metros cuadrados. Quienes salían, cotilleaban entre ellos.

Se veían muchas sonrisas, como la de Cristian, un estudiante de 2º curso que vio comenzar las obras justo cuando empezaba la carrera. Fue uno de los muchos que se tuvo que ir a Interfacultades. “Me ha sorprendido, está bastante moderno y aprecio las pequeñas cosas, como que las escaleras están iluminadas por todo, está completa y muy bonita, con ese azul precioso, es minimalista y me ha gustado bastante”, señalaba.

Contentos estaban también Javi y David. Estudian 3º de Historia y es la primera vez que sienten que tienen una facultad propia. “Es ilusionante, como volver a empezar, las aulas en las que hemos estado dejaban bastante que desear, vamos a pegar un salto de calidad importante”, aseguraban.

Todo es nuevo y emocionante, aunque también un poco lioso. El nuevo edificio, nos dicen, es “un laberinto”. Así lo creen Sofía, Mercedes y Nuria, a quienes les ha costado encontrar su clase. Pero no tienen dudas de que merece la pena. “El mobiliario es todo nuevo, las pasarelas de cristal son muy chulas”, comentaban. Las tres coinciden en que es un gran cambio respecto a Interfacultades. “Hay enchufes por todas partes”, destacaban.

También les ha costado encontrar su clase a Malena y Andrea. Pero aseguran que “se harán” con el edificio que, por otra parte, “mola mucho”. “La escalera está guay y se conserva el mural antiguo, nunca habíamos tenido una facultad propia”, decían emocionadas.

CAMBIO NECESARIO

En esta nueva Facultad van a estudiar más de 2.500 estudiantes, “es casi como una pequeña universidad en sí misma”, tal y como ha señalado la decana Elena Barlés. Trabajarán más de 500 profesores, investigadores y colaboradores, con una plantilla de 70 personas de administración y servicios. Cuenta con 10 grados y 11 másteres oficiales que, por fin, van a tener unas instalaciones dignas.

Y es que las obras eran una auténtica necesidad. Lo recordaba Eliseo Serrano, catedrático de Historia Moderna y decano de esta facultad entre 2012 y 2020. “Este edificio se consideraba ya obsoleto en cuanto a calefacciones, confortabilidad y todo el mundo recordará que empezaron incluso problemas mayores cuando se caían fragmentos de escayola en la sala de lectura de la biblioteca y se cayó incluso una parte de las bovedillas de un despacho de un profesor”, rememora.

Hubo varios intentos fallidos de reforma y Serrano asegura que las instituciones no les trataron bien. Fue en 2015, con la entrada del Gobierno de Javier Lambán cuando se dio el impulso y la financiación para llevar a cabo estos trabajos.

El edificio original es de 1940, tenía solo 2 plantas. Se levantaron 2 más en los años 60, que son en las que se empezaron a producir los problemas de los techos. Estuvieron varios años con unas mallas para proteger la caída de los techos.

Pero ahora, todo es distinto, como explicaba la actual actual decana, Elena Barlés. “Por fin nuestros alumnos van a poder ocupar las aulas, es un momento de mucha alegría para toda la comunidad, que ha tenido que vivir en el exilio 5 años, es como recoger el alma dispersa en un edificio amplio, hermoso, con maderas cálidas, que tiene cosas del pasado, del presente y casi del futuro”, narraba ilusionada.

Se conservan las antiguas escaleras, el mural de Grávalos de color azul, que es del año 1972 y; en el otro vestíbulo, un mural hecho por los ceramistas de Muel, Javier y Juan Fanlo. En el hall de entrada, si miramos al suelo, se puede observar una pequeña cuadrícula con parte del suelo antiguo, que fue retirado pero del que se dieron fragmentos a todo el alumnado y profesorado que se quiso llevar un recuerdo antes de empezar las obras.

Todo ello con un diseño minimalista y luminoso pero, sobre todo, “adaptado a las necesidades del siglo XXI”. “Todas las instalaciones han cambiado de una manera radical”, asegura Barlés. En estos momentos, el edificio cuenta con 40 aulas “perfectamente dotadas desde el punto de vista tecnológico”, un aula magna “que ha quedado preciosa”, siete laboratorios con salas de trabajo y reuniones y un plató de televisión y unos estudios de radio “que van a ser la envidia del resto de Universidades”.

Las instalaciones cuentan también con 281 despachos individuales, 59 colectivos, salas para todo el personal en formación y una sala de exposiciones. La cafetería, de momento, no está operativa.

Entre quienes se han acercado a curiosear no han faltado estudiantes de otras titulaciones, que no han querido perderse la oportunidad de conocer el edificio por dentro. “Les ha costado pero nos han ganado, es bastante más chulo que el nuestro”, comentaba un alumno de Física.

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