Se durmió con 110 kilos y se despertó con 55. "Madre mía como estaba"
A Silvia Labín le cambió la vida hace 6 años. Ahora ve fotografías de cuando era más joven y no se reconoce. "Madre mía cómo estaba"
Santander - Publicado el - Actualizado
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Cantabria ocupa un puesto intermedio en el ranking de comunidades donde más personas obesas hay. Un listado encabezado por la ciudad autónoma de Ceuta, según datos del Instituto Nacional de Estadística, y que cierran País Vasco y Navarra, dos templos de la buena gastronomía.
El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. El índice de masa corporal (IMC) es un indicador de la relación entre el peso y la talla que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos.
Si el IMC es menos de 18.5, se encuentra dentro del rango de peso insuficiente. Si está entre 18.5 y 24.9, se encuentra dentro del rango de peso normal o saludable. Si el IMC está entre 25.0 y 29.9, se encuentra dentro del rango de sobrepeso. Por último, si el IMC es 30.0 o superior, se encuentra dentro del rango de obesidad.
Este era el caso de Silvia Labín. Era porque en 2017 se sometió a una gastrectomía vertical por la que le extrajeron parte del estómago. Una cirugía de riesgo para la que hay que estar preparada física y psicológicamente. “Es un proceso largo en el que te vas sometiendo a diferentes pruebas que hay que superar: psicológicas, cardiológicas..”, cuenta Silvia en COPE.
Silvia entró en quirófano con 110 kilos de peso y salió con 55.”Hay que estar preparado para asumir un cambio así” reconoce.
El sobrepeso de Silvia era consecuencia de un problema de tiroides que le detectaron en 1998, con 28 años. Su vida era un calvario. “Te critican, te hacen sufrir, te hacen sentir muy mal”.
Silvia reconoce que más que por cuestiones físicas, lo suyo era una necesidad mental. Es verdad que físicamente puedes hacer muchas cosas que antes no te planteabas, pero psicológicamente el cambio es maravilloso. “He ganado seguridad conmigo misma y con todo el mundo, tengo una autoestima que antes me minaban con facilidad”, asegura.
Silvia mira ahora hacia atrás en el tiempo y no se reconoce en las fotografías. “No me importa verlas, pero alucino. ¡Madre mía, cómo estaba!”.
Silvia no se arrepiente ni lo más mínimo de la decisión que tomó en su día, aunque advierte que la operación no es la solución, es una ayuda más en un cambio de hábitos con el que hay que convivir siempre. “Con ganas es un cambio que no cuesta porque sabes que solo hay una oportunidad y yo tenía claro que la quería aprovechar”, cuenta Silvia en la primera entrevista que concede para hablar de su obesidad.