De Cantabria a Cabo Norte en bicicleta, así ha sido el viaje de Sergio por Europa: "Estremecedor"

Con 28 años recién cumplidos, este vecino de Liaño de Villaescusa cargó las alforjas de su bicicleta y se propuso cruzar el viejo continente para presenciar el 'Sol de Medianoche'

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De Cantabria a Cabo Norte en bicicleta, así ha sido el viaje de Sergio por Europa: "Estremecedor"

Alex García

Publicado el - Actualizado

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Hay momentos en los que la vida nos pone a prueba. Instantes en los que parece que todo pierde el sentido, y en los que la única vía para continuar adelante es cambiar por completo el rumbo de nuestro camino. Seguramente eso pasó por la cabeza de Sergio, un joven cántabro de Liaño, que un día decidió empezar a construir su propia ruta.

Tras muchas horas de pensamientos intrusivos, se preparó para afrontar el desafío más grande que hasta entonces se había planteado: coger una bicicleta, cargarla con alforjas para llevar lo estrictamente necesario, y poner rumbo al infinito. ¿Su sueño? Llegar a Cabo Norte, el punto más septentrional de la Europa continental.

Más de cinco mil kilómetros, donde cada jornada supuso un reto constante, lleno de baches, dificultades, aventuras y buena gente por conocer. Para Sergio resulta emocionante rememorar esos momentos en los que parece que los pensamientos intrusivos gobiernan con absoluta independencia en nuestro interior. “Resulta emocionante vivir los primeros días”, confiesa a la Cadena COPE. “Estás muy expuesto, pero llega un punto de inflexión en la rutina en el que es necesario cambiar el rumbo”.

Este joven fotoperiodista cántabro reconoce que en este mundo tan amplio, donde parece que el ser humano necesita encontrarse constantemente acompañado, viviendo de constantes subterfugios para satisfacer nuestra mente interior, “la verdadera victoria es cuando te das cuenta de que se puede disfrutar estando solo, ahí es cuando puedes decir que has ganado”.

Cinco mil kilómetros y doce países distintos

Evidentemente, cuando una persona se lanza a un desafío de este calibre, no todo es soledad. Aparecen personas que, por cosas del destino, están llamadas a permanecer. “Quería convertirme en alguien resistente”, confesaba Sergio, aunque lo que desconocía es que para ello también podía contar con personas nuevas.

Uno de esos bonitos encuentros que le brindó el viaje fue con un joven finlandés, Elis, de 19 años. Una persona con la que desde el primer momento surgió una bonita amistad. “Empezamos hablando de nuestras bicicletas y terminamos forjando un vínculo”, recuerda el aventurero. “Pasamos de darnos un baño en el frío Mar Báltico, a coincidir de nuevo 200 km después en Laponia viendo puestas de sol”.

De las coincidencias que te marcan para lo positivo, a las que lo hacen en forma más negativa. Fueron doce países distintos: España, Francia, Suiza, Italia, Eslovenia, Croacia, Hungría, Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Noruega… Sin embargo, no fue hasta Polonia donde realmente este viajero cántabro quedó impactado.

“Es muy duro ver la guerra”, recordaba con dolor. Sergio iba atravesando los largos recorridos entre núcleos poblacionales de Polonia, “de pueblo a pueblo, hay fácilmente ochenta kilómetros”, cuando irrumpió en la escena un grupo de militares ucranianos con un pelotón de adolescentes polacos: “Eran niños, y los están preparando para lo que pueda venir”. Realmente, el de Villaescusa valoraba las importantes diferencias de crecer en un lugar o en otro, puesto que “parece que esta batalla está muy lejos, pero yo he llegado en bicicleta”, destaca Sergio con una hipérbole más realista que nunca.

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Lo cierto es que los sentimientos que ha palpado nuestro protagonista reflejan el gran temor en Europa del Este. Hay miedo a la guerra, a un escenario dantesco que se pueda dar en el viejo continente. “Es una guerra que avanza poco a poco; allí lo sienten con el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial”.

Un sol en la medianoche

Pero todo viaje tiene un porqué, y Sergio tenía claro el suyo: llegar a Cabo Norte y presenciar el Sol de medianoche’. Se trata de un fenómeno natural que ocurre en las regiones polares del planeta, dentro del Círculo Polar Ártico y el Círculo Polar Antártico. Durante este fenómeno, el sol permanece visible las 24 horas del día por un período de tiempo. Esto sucede porque la inclinación del eje de la Tierra hace que durante el verano, en estas latitudes extremas, el sol no se ponga por completo en el horizonte.

El fenómeno opuesto al Sol de medianoche es la noche polar, que ocurre durante el invierno en estas mismas regiones. Durante la noche polar, el sol no se eleva por encima del horizonte y la región experimenta 24 horas de oscuridad.

Para Sergio fue una experiencia mágica que “cuesta procesar”. Después de su largo viaje (emocional y físico), de todas las aventuras y las dificultades, recuerda el momento en el que presenció el fenómeno con la “tranquilidad de haberlo conseguido” y con el deseo de “permanecer ahí horas y horas presenciando el espectáculo del firmamento”. Dormir pasaba a un segundo plano, pero incluso en el lugar más inhóspito del continente europeo, nuestro amigo aventurero tenía recuerdos de su tierruca. “Era como vivir un constante atardecer de los de Costa Quebrada”, compara con nostalgia.

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Como en la vida de todo aventurero, el siguiente paso es un enigma, aunque va plantando los primeros brotes de una idea que ahora se ve fortalecida. “Tengo proyectos muy ilusionantes en mi mente, quiero conocer el mundo y documentarlo”, afirma Sergio. “Por ahora volver a casa, aunque en el horizonte veo Ushuaia en Argentina y quizá también Oceanía”.

Lugares de un mundo inmenso e inabarcable, que para este joven cántabro cada día parecen más cercanos. En su lista ya está tachado vivir en otro continente y realizar una travesía de más de cinco mil kilómetros en bicicleta. La siguiente aventura se encargará de descifrarla el venidero.

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