ADN ALBACETE

El ADN Albacete de... Mariado Arteaga

Maria Dolores Arteaga acude a El Quijote para encontrar la base de esa forma de ser y de actuar de la gente de Albacete

María Dolores Arteaga, en la monda de la rosa del azafrán

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Cuando empecé a redactar estas líneas para describir el ADN albaceteño, reconozco que más que palabras, brotaron sentimientos. Y quizá esa es la clave. Difícil describirlo pero muy fácil sentirlo.

No es casualidad que Cervantes ubicara el Quijote en La Mancha y algunos pasajes en la provincia de Albacete.

Y no es casualidad porque los albaceteños somos luchadores, defendemos nuestros ideales y nos enfrentamos a las adversidades con la certeza de que lograremos nuestros objetivos, de la misma manera que lo hizo el Quijote.

Pero ojo, peleamos sin florituras, sin crispación, sin espectáculos. A base de trabajo y de esfuerzo. Porque el albaceteño es austero. Una austeridad fruto de un estilo de vida singular marcado por nuestra ubicación geográfica y costumbres.

Para empezar, nuestro clima. Pasamos del frío al calor sin medias tintas. Eso marca. Hoy abrigo. Mañana manga corta. Los albaceteños nos reímos de la palabra “entretiempo”, porque sabemos que para nosotros no existe. Pero no nos preocupa. Tenemos el atascaburras, el ajo mataero, los gazpachos, el pisto, el moje y las tortas de manteca que, bien dosificados, ayudan a combatir los vaivenes climáticos. Eso y llevarnos una chaqueta “por si refresca”.

Pero si hay algo que los albaceteños llevamos en nuestro ADN es la austeridad propia de aquellos a los que nunca nadie ha regalado nada. Porque los que toman decisiones y gobiernan siempre miran a La Mancha de reojo, le ofrecen migajas y minusvaloran su capacidad para impulsar cambios. Pobres cabezas pensantes que no tienen la inteligencia suficiente para valorar el potencial albaceteño y manchego en su justa medida.

Somos luchadores, defendemos nuestros ideales y nos enfrentamos a las adversidades con la certeza de que lograremos nuestros objetivos, de la misma manera que El Quijote

Pero el albaceteño se crece y pelea, se labra un futuro y, aunque a priori parece más complicado por la falta de oportunidades, en comparación con otros territories más mimados históricamente, se va a estudiar y a trabajar fuera, si es necesario.

Demostramos una fortaleza encomiable ante ante las adversidades, como el Quijote frente a los molinos de viento. Estamos acostumbrados a superar toda clase de obstáculos. Por eso, no hay albaceteño “blandengue”. Y por eso marcamos con fuerza nuestro acento: “ejque”, “muchismo”, síntoma de determinación.

Nuestra capacidad de adaptación es tal que hemos conseguido que coexistan el alma manchega y el aire Mediterráneo. No es casual. El ADN albaceteño lleva implícito el cruce de caminos. Acogemos y lo hacemos muy bien. Quien viene a vernos no sólo se va contento. Promete volver.

Y además, somos capaces de revertir cualquier situación y llevarla al terreno del disfrute y la gloria. Cuando pretenden hacer mofa sobre nuestras costumbres, creamos un producto de entretenimiento que rompe barreras en toda España (La hora Chanante y toda su herencia) y conseguimos que estos términos albaceteños sean reconocidos como lengua autóctona y además con una legión de adeptos foráneos.

Y cuando la cultura y costumbres de nuestros antepasados se apagan poco a poco, Almodóvar eleva a categoría de arte cinematográfico las costumbres de nuestros pueblos, en cuyas películas encontramos buena parte de la vida de las zonas rurales albaceteñas.

Y cuando el fútbol nos da alguna alegría a la que no estamos acostumbrados, creamos “El queso mecánico”, nos inventamos un himno ligero y nos bañamos en la fuente del Parque, elevándolo a los altares del deporte español, como hacen los grandes equipos.

Y cuando queremos presumir y exportar la vida y costumbres albaceteñas, convertimos una Feria de agricultura, ganadería y comercio, en una de las Fiestas Patronales más reconocidas en toda España, y acogemos a miles y miles de visitantes que se sorprenden con la calidad de vida, alegría y optimismo de los albaceteños.

El albaceteño es digno de admiración. Allá donde va, deja huella, y de las buenas. Por eso, sentimos en nuestras entrañas el orgullo albaceteño, miramos hacia el horizonte con serenidad, sabiéndonos poderosos, un poder innato azuzado por el viento de nuestros molinos, mientras nuestra sangre hierve gracias al mejor ADN del mundo, el albaceteño.

María Dolores Arteaga es, además de colaboradora de COPE Albacete, grado en Turismo, profesora universitaria y estudiante de Derecho. También ha representado a la provincia en el Congreso de los Diputados por Ciudadanos