Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios

Mensaje del arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, para el domingo 17 de mayo de 2020

Fidel Herráez

Redacción digital

Madrid - Publicado el

4 min lectura

Estamos recorriendo el mes de mayo; mes que en la Iglesia y en el corazón de la religiosidad popular es siempre una llamada a renovar nuestra devoción y cariño a la Virgen María, nuestra Madre. Conozco por experiencia la gran devoción personal y comunitaria que le tenéis, expresada de muchos modos con sus diversas advocaciones, fiestas, procesiones y romerías y a lo largo de todo el año. Lo he podido palpar en mi casi completo recorrido de la visita pastoral. Siempre me invitáis a rezar ante la Virgen de «vuestra parroquia» y a visitar vuestras ermitas marianas. ¡Con cuánta delicadeza las cuidáis y conserváis! Espontáneamente salen de vuestros labios, además del Avemaría y la Salve, distintas oraciones que seguro aprendisteis desde pequeños, todas ellas preciosas y entrañables.

Esta devoción tiene en el mes de mayo un acento especial. Pero este año el mes de mayo tiene también su peculiaridad. Por las ya conocidas restricciones a las que nos sigue obligando la pandemia, no podemos tener, de momento, las manifestaciones externas, con las que hemos expresado otras veces el amor a nuestra Madre, tales como: el tradicional rezo del Rosario de la Aurora del pasado día 13, o la especial «oración a la Virgen» en las parroquias todos los días de este mes, u otros actos de devoción mariana… Pero tenemos la gran oportunidad de vivir el mes de mayo de otra manera, de un modo nuevo: desde vuestras casas, en familia, reavivando espiritualmente nuestro amor a la Virgen, descubriéndola en las páginas del Evangelio, para amarla más e imitarla mejor. Porque esta devoción a María, tan arraigada en el pueblo cristiano, tiene que estimularnos a vivir nuestra fe con los valores evangélicos que María expresó en su caminar como «discípula misionera» tras las huellas de su Hijo Jesús. Ella que es al mismo tiempo la mujer sencilla, abierta a los demás y solidaria con los que necesitan ayuda. Experta en el dolor y firme en la fe ante las dificultades del camino.

Tenemos un mensaje del Papa Francisco, una carta que ha dirigido recientemente a todos los fieles invitándonos a rezar en casa, individual o familiarmente, el Rosario. Nos propone expresamente que «redescubramos la belleza de rezar el Rosario en casa durante el mes de mayo». Y nos ofrece igualmente dos textos de oraciones a la Virgen para acogernos a Ella en la grave situación que afecta a la humanidad actualmente. En uno de estos textos el Papa glosa ampliamente esa bella oración que seguro que muchos de vosotros recordáis, porque vuestras madres os la enseñarían en la infancia: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios…» El texto es de un himno bizantino del año 250; es la primera vez que un escrito cristiano llama a la Virgen María «Madre de Dios» y supone una muestra entrañable del temprano amor por la Virgen Madre, y de su inmensa ternura para amar y proteger a los seres humanos. Los monjes místicos de aquella época sabían que en tiempos de turbulencia era bueno resguardarse bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Partiendo de esta plegaria, el Papa le va confiando a María tantas necesidades, personas y situaciones que en estos momentos de sufrimiento vive el mundo entero. Os transmito su mensaje y os animo a unirnos a su oración.

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»… Yo quiero elevar hoy esta oración a nuestra Señora, pensando también en las personas mayores, con especial afecto y cercanía. Los últimos meses han sido y están siendo muy difíciles para todos y en particular para vosotros. En este largo confinamiento os recuerdo muchas veces y siento siempre gratitud y dolor. Gratitud por vuestras largas vidas entregadas al trabajo, a la familia y a la educación de los hijos, por haberles comunicado la fe que ahora les acompaña y sostiene, por vuestros silencios respetuosos ante los cambios generacionales; por la voluntad que tenéis de poder ayudar, también en la parroquia si os es posible…, porque contamos siempre con vuestra oración. Y siento, al mismo tiempo, el dolor de no saber muy bien qué está pasando en vuestras vidas, en vuestros hogares, con los cuidados familiares de unos, o con el aislamiento y soledad de otros; hay todavía mucho sufrimiento en Hospitales y Residencias; y en tantas familias que han perdido a alguno de sus mayores en las circunstancias que todos conocemos y lamentamos. Por todo ello, os pongo bajo el amparo de la Madre de Dios y Madre nuestra. Ella, que está más cerca de sus hijos cuando más caminan entre luces y sombras, como Ella, dolorosa y de pie junto a la Cruz.

Deseo que las actuales circunstancias nos ayuden a sentir más íntima y más viva la presencia amorosa de la Virgen a nuestro lado. «María vivió siempre inmersa en el misterio de Dios hecho hombre, como su primera discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para comprender y poner en práctica toda la voluntad de Dios» (Catequesis Papa Francisco, 2014). En los días de dificultad, de prueba, de oscuridad, pongamos los ojos en Ella como modelo de fe y confianza en Dios, que quiere siempre y solo nuestro bien. «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».

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