Con perspectiva- “Ir de hacendera”

“IR DE HACENDERA”

La campana voltea inquieta su lengua de hierro, llamando a hacendera. Los vecinos acuden presurosos a la ineludible cita. La plaza del pueblo es un bullir de gentes pertrechadas con picos, palas, hoces, hachas… dispuestos a enfrentar un duro día de trabajo en comunidad, con el fin de arreglar el camino de Trapa que discurre paralelo al río, inundado por las recientes crecidas.

El presidente del pueblo había fijado la fecha de la hacendera en el concejo, pues era necesario acondicionar el camino para el paso de las veceras y de los carros cargados de hierba o de leña. El sol se desploma perezoso sobre la senda de Trapa, cuando los mozos emprenden ufanos su labor, a un ritmo frenético siegan, desbrozan, rebajan las cunetas, siempre afanados en acicalar el terruño que complacido les devuelve una sonrisa. Bien avanzada la labor, se impone un merecido descanso; la bota puesta a enfriar en la fuente de los ‘Tres Caños’ corre vertiginosa de mano en mano, de las fardelas surgen ricas viandas, todo se comparte en un ambiente festivo, en el que reinan la armonía y la camaradería, bromas, chanzas, confidencias y canciones se asoman a la senda de Trapa.

Todos arriman el hombro, nadie se queda atrás, por ese "Principio de Reciprocidad”, no escrito que rige el alma de los pueblos, conformando esa identidad rural que los antropólogos definen como ‘Solidaridad equilibrada’, y en el mundo rural se viene practicando desde tiempo inmemorial, y es que los orígenes de la hacendera se remontan a la Edad Media, como parte de un tributo o prestación con trabajos comunitarios a favor de un municipio. Hacendera, adra, facendera o cendera son entre otros los diferentes nombres que recibe esta actividad, vocablos todos ellos procedentes del latín ‘Facio’, verbo que significa hacer.

Las hacenderas llegan a tierras leonesas de la mano de frailes y monjes en el siglo X, aunque están repartidas por toda la geografía española. Los monasterios y conventos gozaban de un privilegio que les permitía reclamar a los pueblos la prestación de mano de obra y aperos dos o tres días al año, llevando a cabo las tareas que se les encomendaba. Estas hacenderas contribuían a fortalecer los ya de por si estrechos lazos vecinales, constituían además un ejemplo de “Democracia espontánea” pues estaban dirigidas por una junta vecinal formada por el presidente, el secretario y el tesorero que organizaban y distribuían las tareas: Arreglo de Caminos, presas, fuentes, molinos…

De carácter obligatorio, aquellas personas que no se presentaran a la hacendera, deberían pagar multas proporcionales a la importancia del trabajo o realizar una labor compensatoria designada por los integrantes de la junta vecinal, con lo cual la afluencia era masiva.

Cae la tarde cuando los mozos emprenden el camino de regreso al pueblo, exhaustos, pero satisfechos por el trabajo realizado que sin duda redundará en beneficio de todos los vecinos. Y en su lento caminar resuenan monótonos los ecos de cencerros, ladridos y esquilas, rotos por el tañido ronco de la campana amiga.

SILVIA RODRÍGUEZ, COLABORADORA DE COPE BIERZO

Silvia Rodríguez es colaboradora de COPE Bierzo desde el 24 de junio de 2019. La podréis leer y escuchar los lunes en la sección de opinión bajo el título ‘Silvia en COPE Bierzo’ y los fines de semana ‘Con otra perspectiva’. Todo ello en Cope.es/Bierzo.

Es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca, decidió estudiar esta carrera porque le apasiona la lengua y especialmente la literatura. Además, le encanta leer, escribir y escuchar buena música. Es feliz trabajando en equipo y entiende “que estamos aquí para ayudar y hacer felices a los demás”.

Además, es socia fundadora del Banco de Alimentos del Sil y colabora con esta ONG que realiza una gran labor en nuestra comarca. Enamorada de su profesión, la enseñanza. Es profesora de inglés, lengua y literatura en la Academia Corcal.

Se define como una persona vital, alegre, optimista y sobre todo con gran sentido del humor. Además, ha realizado el prólogo del libro ‘Chuma. El Valle del Silencio’ del andaluz Miguel Velasco Nevado.